lunes, 3 de diciembre de 2012

MEDIOS DE COMUNICACION

Ya hace tiempo, años quizás, que vengo observando un empobrecimiento cultural en los medios de comunicación de este país. No sé si se deberá al acaparamiento mediático que está teniendo en los últimos años la crisis, y que el tono informativo está evolucionando hacia otros derroteros, pero considero que en España cada vez es más difícil encontrar un medio de calidad con contenidos interesantes y objetivos.
 
Que la televisión se está convirtiendo en la cloaca de la sociedad, es una evidencia clara que todo el mundo conoce desde hace tiempo, nos guste más o menos ese reducto de telebasura para nada refleja la realidad con la que convivimos a diario. La proliferación de canales gracias a la Televisión Digital, no ha hecho sino bajar aún más el escaso nivel que la caja tonta venía demostrando en los últimos años, creando canales absurdos y con falta de contenido, muchos de ellos, convertidos en la serie B de los canales principales de la televisión, que ya de por sí dejan mucho que desear.
 
 
 
No quiero pecar de listo, pero a un gran aficionado como yo de la televisión, no le ha quedado más remedio que recurrir  a dicho medio en muy contadas ocasiones, sobre todo para ver algún canal temático concreto, algún filme que no esté archirepetido hasta la saciedad, y sobre todo para seguir los informativos, los cuales también dejan mucho que desear últimamente. Tanto por la falta de objetividad, como por la invasión de información repetitiva sobre los mismos temas que más afectan a la actualidad de este mermado país por la crisis, que cada vez desecho más por la influencia negativa que provoca en mis ánimos como ciudadano.
 
La televisión se ha convertido en un gran circo social, en el que la desgracia de los demás tiene su precio, y el morbo genera beneficios por encima de otros valores como la integridad y la honestidad. Los programas acumulan horas de entretenimiento soez y a veces hasta vulgar, convirtiendo al aparato televisivo en un objeto cada vez más decorativo en mi salón. Últimamente sólo consumo series por internet y alguna que otra película antigua que refresque mi memoria, y poco más.
 
Respecto a la prensa escrita, poco queda decir de ella. Cada vez más absolutista en sus arraigos políticos dependiendo del grupo editorial, que refleja grandes distorsiones de la realidad cada día en sus portadas. Donde unos ven A, otros ven B, y así a diario, radicalizando cada vez más los contenidos a través de portadas no muy sinceras, y extremistas editoriales en los que reflejar las líneas a seguir por uno u otro periódico.
 
 
 
Y el caso más triste para sonrojo de mi melancolía, es el de la radio. Siempre fui un enamorado de las ondas, he pasado horas enteras simplemente enganchado a un dial, escuchando un programa tras otro hasta que el sueño vencía mis ansias de radio. Seguramente comencé con la afición que mi hermano mayor me contagió de escuchar el aparatatito por las noches, escuchando voces inolvidables para el recuerdo hasta que uno conseguía conciliar el sueño. Muchas son las noches de trabajo cuya única compañía era la radio,  y qué decir de las innumerables horas al volante en las que nunca me sentí solo navegando a través de lo que me contaban esas voces que al final se acaban convirtiendo en compañeros de viaje.
 
Aquí es donde últimamente estoy notando el mayor descenso de calidad, quizás porque nunca me esperaba que me iba a defraudar tanto. He de reconocer que este país ha dado grandes comunicadores radiofónicos, unos te podrán gustar más o menos, pero hay que reconocerlos por encima de todo. Y es que, esos programas que tanto me entusiasmaba escuchar ya no lo hacen tanto, esos presentadores que antes me embelesaban con un susurro de su voz, ahora me aburren la mayor parte del tiempo. Nunca he querido ser de esos oyentes que son fieles a una cadena por sus convicciones políticas, sino que siempre me ha gustado variar lo máximo posible para así estar al tanto de todo.
 
Pero los programas que normalmente seguía se están llenando de contenidos cada vez menos interesantes, de tertulianos políticos que defienden sus ideas a capa y espada sin escuchar al resto, de personajes salidos de cualquier sitio menos de una facultad de periodismo que dan su opinión sin pensar lo que han dicho, muchas veces sin ni siquiera formación sobre lo que se está hablando o debatiendo. Imagino que la crisis tendrá la culpa de todo esto, que la falta de medios económicos en las cadenas hacen que merme su calidad, pero por todo ello me siento muy decepcionado.
 
Cada vez son más, las veces que busco en la guantera un CD que me saque del aburrimiento en las que muchas veces entro con programas por los que antes escuchaba atento. He llegado a saturarme de tanta información negativa y derrotista, de los extremismos y sus secuaces, así como de ciertos contenidos faltos de entretenimiento. Aunque afortunadamente aún queda algún rayo de luz que se abre paso entre las ondas y consigue sacarme una sonrisa.
 
 
 
Y qué decir de la radio deportiva, cada vez más parecida a un circo ambulante en el que el más payaso es el que más admiraciones recibe. La de horas de carrusel y de madrugada deportiva que me he pegado, y solo siento que a cualquiera se le hace merecedor de un micrófono, y que la información está copada por el fútbol, sin dar margen a cualquier otro deporte, en el que el dualismo competitivo entre los equipos de las dos ciudades más importantes de este país, se ha convertido casi en política de Estado.
 
Para terminar, me gustaría hacer mención en los medios de comunicación cofrades de mi ciudad. Creo que aquí el nivel baja unos cuantos grados más. Da igual el formato elegido, carecen prácticamente de interés para mí, llegando incluso a hacerme renegar de los adorados cascos que siempre me gusta llevar a la hora de vivir en la calle la Semana Grande de Granada. Una pena la verdad.
 
Imagino que casi me queda aislarme de todo para poder sobrevivir a los medios de comunicación, pero seguiré abriendo un periódico de vez en cuando, y continuaré quedándome dormido con el transistor pegado a la oreja, con la esperanza de que algún día podré disfrutar de un periodismo libre y divertido, capaz de cautivarme otra vez como antes, porque siempre he sentido admiración y respeto por una profesión que acaba convirtiéndose en una pasión, tanto para el que la hace, como para el que la recibe.
 
 
 

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