martes, 4 de junio de 2013

LA CUADRILLA DOS DEL CORPUS

En la tarde del domingo, se repitió varias veces que la cuadrilla 2 del Corpus tenía algo especial, y para mí que lo tiene, pero sobre todo porque es la mía, porque pertenezco a ella desde el primer día que llegué a la igualá hace algunos años, y desde entonces, estoy orgulloso de ella. Aunque al margen de la cuadrilla y de los costaleros que la componen, lo que la hace especial es, sobre todo, lo que llevamos encima. Creo que la presencia espiritual que uno siente bajo esas benditas andas, es lo que la hace ser única.
 
Como costalero poco experto en estas lides de Corpus, ya que sólo puedo presumir de haber portado al Santísimo y su Custodia sobre mi cerviz una sola vez y en Jueves de Corpus, varios son los años que he estado siendo partícipe de las vivencias que sus costaleros más expertos y veteranos en la reunión previa al mismo, por lo que me han ido acercando y preparando para el ansiado momento. Muchas son las historias que fui recopilando con los años, hasta que un día tuve la suerte de ser sus pies por las calles de mi ciudad, esa de la que tanto presumo y añoro cuando me encuentro fuera de sus fronteras por motivos de trabajo.
 
Y después de aquella experiencia, hace ya un par de años con los muchachos de la dos, me quedará un recuerdo imborrable de lo vivido bajo esas benditas trabajaderas. Ya en su momento lo conté con una entrada en este mismo blog, y después de aquello me daba por satisfecho con mi carrera de costalero, ya que había llegado al culmen de mis aspiraciones bajo los pasos, y nada podrá superar nunca lo que pude sentir en ese día tan especial.
 
 
Pero creo que estaba equivocado, al margen de mis vivencias bajo los pasos en Semana Santa, el domingo salí de mi error. Me di cuenta de que a pesar de haber cumplido un sueño aquel Jueves de Corpus de hace dos años, mi anhelo me llevaba a seguir debajo de la Custodia y poder seguir portando con el cuello y el corazón a la Sagrada Forma todas las veces que el Santísimo me lo permitiera.
 
Y eso pasó en la Octava del Corpus de este año. Puede parecer que al no ser el Jueves las sensaciones no son las mismas, pero una vez allí, rodeado de costaleros vestidos de blanco inmaculado, empecé a sentir ese cosquilleo en el estómago que me ronda en las grandes ocasiones bajo los pasos. Una mezcla de nerviosismo e ilusión se entremezclan en mi interior, y comienzo a reconocer a grandes amigos que he ido haciendo bajo los pasos, y que me acompañan en esta fenomenal cuadrilla que es la 2.
 
 
Y una vez más, las sensaciones bajo el paso me trasladan a otro sitio, la luz cenicienta que se atreve a entrar por los respiraderos dentro de la Catedral me transporta a un lugar en el que el cielo está al alcance de mis dedos, donde siento muy de cerca a aquellos seres queridos que he ido perdiendo a lo largo de mi vida. Un lugar en el que los ángeles son costaleros, y en el que la voz de Pepe Carvajal suena a música celestial. Otra vez me sentí su siervo y me entregué por completo, y pude estar rezando con los pies durante más de una hora a su Sagrada Forma. La música iba y venía en mi mente, y sin hacerle mucho caso, me dejé llevar por su voluntad, siempre atento a ese paso lento y racheado que sólo la cuadrilla del Corpus le sabe dar.
 
Y así llegó la chicotá eterna, desde la plaza de Pescadería en pleno Marqués de Gerona, la cuadrilla número 2 de la Custodia realizó un trabajo espectacular, sin perder las formas, dedicándoselo a su capataz, apretando los dientes en cada rampa, y aguantando siempre su compás, ese que siempre ha de llevar. Y así llegó a su fin, corto como siempre, con el placer de haber sentido la pureza de Dios sobre los hombres. Y la satisfacción fue plena, el gusto de haber trabajado con tan grandes costaleros y mejores personas, y ver cómo amigos de corazón, pueden sentir lo mismo que tú bajo las andas del Señor.
 
Nunca pensé que la Octava fuese a ser tan gratificante, quizás no comparable con el Corpus, pero casi. Es el mismo lugar y con los mismos costaleros, sólo cambian el sentido de las calles y el día, por lo demás, es el mismo Dios el que nos ampara en ambas ocasiones. Por eso, a cada cual le parecerá que la cuadrilla a la que pertenece es especial, y por ello y por todo lo vivido el domingo, yo me quedo con la mía, con la más especial, con la cuadrilla 2 del Corpus.