A tan sólo unas horas para que llegue oficialmente el solsticio de invierno, Granada ya se viste de gala para la Navidad. Hace ya algunas semanas que el invernal frío descendía de las nevadas laderas de Sierra Nevada para instalarse en nuestras calles y rincones. Pero me gusta, Granada es una ciudad que sabe aprovechar su gélido invierno como nadie, si uno sabe cómo acicalar su cuerpo con ropas y abrigos dignos de las temperaturas que rozan el 0º en las varillas de los termómetros.

En estas fechas, el raso frío invernal azota duramente los cimientos de la Torre vigía de la ciudad sobre Santa Ana, y aunque los pasos por Plaza Nueva se hagan insoportables a ciertas horas de la noche, compensa con echar la vista hacia arriba, donde se encuentra la Vela empedrada que gobierna majestuosa la suerte de los granadinos. Y qué me dices, de pasear por el Realejo en estas fechas y oler a chimenea, el humo que asciende de los tejados de la antigua judería granadina dan un ambiente cálido para el que pasea por sus ceñidas calles de alquería.
El bullicio de sus céntricas calles alegran la ciudad en estas fechas, a pesa de que cada vez más, la gente se aleje del centro de la ciudad para realizar sus compras navideñas, el centro siempre es un hervidero del ir y venir de aquellos que buscan el regalo perfecto para familiares, amigos o parientes. Uno se detiene ante cualquier rincón soñoliento que a pesar de no haber sido decorado para la ocasión, muestra su belleza escondido detrás de cualquier calle principal o plaza abarrotada.

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