Cuando uno se levanta un lunes por la mañana, siempre tiene una extraña sensación de ahogo y amargura a causa del inicio de semana. Es el punto en el que el fin d semana terminó, comienzan de nuevo las obligaciones, y el tiempo de descanso y diversión llegaron a su término. Pero no todos los lunes son fatídicos, quitando aquellos en los que uno está de puente o vacaciones, hay un lunes al año en el que merece la pena verlo llegar, un lunes que alegra el alma y los corazones, ese es el Lunes Santo, tan esperado por los cofrades durante el año.

Será la imagen de Jesús Rescatado por las calles de su barrio de la Magdalena, la que enturbie mis más profundas dudas, la que aclare aquellos anhelos que siempre tuve por la belleza de su rostro. Será ese rostro de barbilla afilada, obra cumbre de los Mora, la que inspire mis más íntimas devociones, la que erice mi piel ante su paso solemne, esa imagen vestida de terciopelo con castillos y leones bordados en oro.
Me gusta verlo salir a sones de Saeta, pasearse por su barrio, pero me gusta recogerlo al caer la noche por la Plaza de la Trinidad dando ya sus últimas chicotás. Ahí donde el costalero coge aliento, donde el capataz ya ha perdido el miedo, allí donde le espera la gente de su barrio, porque allí comienza el regreso a su Templo. Me gusta acompañarlo y disfrutar de grandes amigos que lo llevan muy adentro, aquellos que con los años me han ido enseñando a quererlo, seguir su estela de cirios nazarenos tras saetas a su encuentro. Es allí a escasos metros del final del Lunes Santo, donde el Señor fue Rescatado, y como no, cada año sueño con ese momento y con esas manos.

ainssssssssssss... ainsssssssssss... ainsssssss...
ResponderEliminarGraciasssssssss....