
Da gusto llegar a este pueblo y sentirse cómodamente como en casa, la hospitalidad de su gente rezuma por sus calles, y le hacen sentir a uno parte del pueblo. Es impresionante cómo se vuelca su gente con el paso de las hermandades que diariamente inundan sus calles y enturbian su rutina diaria. Pasear por sus tranquilas calles y asomarse a la orilla del río son actividades idóneas para pasar la tarde en Coria. Y qué decir tiene del placer que puede llevar el sentarse en una de las terrazas de sus bares para degustar las excelentes gambas frescas acompañadas con una caña fresquita bien tirada.

Esa misma multitud, mezclada con los granaínos que aguardaban la llegada del Simpecado, acompañan por las calles del pueblo el transcurrir de la plateada carreta. Y será en la mudéjar Iglesia de la Estrella, patrona de Coria, donde Coria entera se convertirá en peregrinos granadinos fundiéndose con ellos en emotivos abrazos, haciendo que éstos mismos, se sientan como el más orgulloso coriano. El canto de La Salve hace de la fusión un momento perfecto para dar rienda suelta a las emociones y los sentimientos, ver cómo un pueblo entero se vuelca con la llegada de la hermandad de Granada hacen sentirse orgulloso de la tierra a la que perteneces, pero sobre todo de sentir afecto por un pueblo volcado con tu sentimiento.
El recorrido por el pueblo finaliza con una última visita al Simpecado de Coria, ya totalmente preparado para iniciar su peregrinar a la mañana siguiente. Así caerá la noche sobre nuestras cabezas, las aguas del Guadalquivir se vuelven oscuras y misteriosas, y frente al bellísimo simpecado coriano, la hermandad granadina rinde culto a sus hermanos con la mejor de sus artes, el canto. Y así termina una jornada intensa de emociones y vivencias, con la partida del Simpecado hacia la acampada a la vera del río, donde ya le aguardan espectantes todas sus carretas.
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