jueves, 31 de mayo de 2012

EN TU ALDEA...

Han tenido que pasar unos días para poder descansar del ajetreado viaje de este año a la Aldea, y para ordenar un poco en la memoria y el corazón los momentos tan intensos que he vivido este pasado fin de semana en El Rocío. Después de un año en blanco, por fin pudimos acercarnos a tu ermita con las manos vacías pero llenos de encargos que hacerte para nuestros adentros. Sabes que a mi me gusta más llegar a tu reja desde las arenas del camino, con el rostro polvoriento y los pies doloridos, pero en las circunstancias que desgraciadamente vivimos actualmente, no siempre puede ser así la forma de postrarnos ante tu Divino Pastorcillo.

El fin de semana en la Aldea se me antoja muy intenso, rodeado de momentos especiales e imágenes inéditas, avanza sobre largas jornadas de cante por sevillanas, arrimados a un buen plato de comida, buena compañía y siempre una manzanilla fresquita. Las horas del día se exprimen al máximo rodeado de grandes amigos que me acompañaron en esta nueva singladura, y por la familia que me enseñó lo que es el auténtico Rocío.


Este año, tu Peregrina más humilde pudo surcar las arenas para llegar a tu Aldea, y en ella nos refugiamos las cortas noches almonteñas. Ya desde el coche, cuando la autovía termina para dar paso a una estrecha carretera camino de tu ermita, se puede apreciar ese ambiente a marisma mezclado con el polvo que surge de sus arenas. Allí, todo transcurre de un modo especial, el tiempo no repara en menciones a sus minutos ni segundos, las noches se consumen bajo el sonido de un cajón y una guitarra, y el arte se transforma en rezo para una imagen mariana.


Pero todo eso me sobra y lo sabes, cuando con la cabeza agachada me acerco a tu reja, no quiero gastar mis fuerzas en rezarte desde la puerta entre el alboroto del gentío que abarrota el interior de tu templo, prefiero verte de cerca, poder entender esa expresión por la que millones de personas pierden la cabeza, sentirme partícipe de tu devoción, y pedirte para Ella, la que engrasa el mecanismo de mi vida.


Una vez llegada la madrugada, en las primeras horas del Lunes de Pentecostés, todo este año fue extraño y sorprendente. Ver llegar el Simpecado Matriz entre la parsimonia y la tranquilidad, observar la salida de tu paso con tanta sobriedad y mesura, sin movimientos raros, nos dejó algo helados, la verdad. Por eso, ante la frialdad que nos dejó tu paso en plena orilla de las marismas, nos adentramos tras la estela de sudor almonteño que van dejando atrás tus varales, para poder disfrutar de ese calor rociero con el que otros años nos deleitaste.


Por eso, nos adentramos un poco en el corazón de tu Aldea para poder sentir tu calor más cercano. Fue allí donde conseguimos postrarnos frente a tus andas, siempre inquietas entre el barullo almonteño, y decirte a la cara aquello que siento. Tuve la suerte de aguantar tu mirada entre empujones y pisadas, y con un abrazo protector, llevarte a la peregrina que me enseñó lo que significa ese gran desorden organizado que se engendra a tu alrededor. Por ella acudiré cada año a tu vera si hace falta,  pelearé entre la multitud que desea tocar tus andas si ella quiere acercarse a tu sereno rostro para rezarte cantando.


Pero no puedo olvidar tampoco, cuando los primeros rayos del sol acarician tu rostro, iluminan con un rojizo natural las serenas aguas en las que se refleja tu ermita a primeras horas de la mañana. Es allí, cuando se presenta ante Tí la hermandad de mi ciudad, Granada. Siempre emotivos momentos los que se viven frente a tu inquieta imagen, con un simpecado verde esperanza que una vez terminada su presentación, enfila triste las arenas hacia su casa de hermandad, a sabiendas que qudará todo un año hasta volver a postrarse frente a Tí.


A pesar de tenerte cada vez más presente durante todo el año, a aprender a quererte por tu peculiar forma de ser, de acompañarme en forma de rostro dorado cada vez que me enfundo el costal, prometo volver este año en agosto para vivir nuevas experiencias en tu Traslado, eso sí, siempre cogido de su mano.

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