viernes, 21 de octubre de 2011

LA MADRE DE DIOS

Hay una noche al año, en la que el rocío de la mañana escapa al alba para esconderse bajo su arco, y esperar allí en primera fila, la llegada de la Esperanza. Noche de fantasía y maestros, de madrugá nazarena, de raso verde esperanzo en el barrio de la Macarena. Una corneta de Centuria Romana anuncia su presencia, el hijo de la Esperanza al que dictan Sentencia, y su andar va presuroso dejando paso al palio que da cobijo a su Madre, que entre lluvia de pétalos y aplausos se abre hueco entre la gente.

Y la noche se hará más larga, porque no habrá oro, rubíes ni plata que ensombrezcan la tez morena de su cara. La Reina de Sevilla está en la calle, y anunciando su llegada entre un bosque de capillos está el Maestro Santiago, aquel que de su mano llega la Señora con hermosura y elegancia. 36 son las almas que mecen a compás a la Madre de Dios, a esa que llena de luz y de alegría la noche de mis sueños. Madrugá rota por su quebranto eterno, por querer estar con ese hijo al que llevan preso, lágrimas de amor humedecen su rostro, embelleciendo aún más si cabe,  la imagen perfecta de una Madre.

Porque Sevilla la quiere a ella, dando nombre a hospitales para sanar a enfermos y a miles de niñas que en el mundo nacen bajo su manto eterno. Y de su nombre nació un barrio, ese en el que se resguarda y cobija durante todo el año, y en el que sus gentes les rinde culto y pleitesía. Inspira las más dulces melodías de los más grandes maestros, rendida tiene a sus pies a media Andalucía, y robado tiene el corazón, a este que suscribe estas líneas de amor, hacia la imagen a la que venera y reza desde hace ya muchas primaveras.

Pondrá en pie la Campana, San Francisco y la Resolana, el bullicio llenará las calles para verla, estrechándolas aún más a su paso. Será Reina en la Alameda, en Feria y en Trajano, y entre saetas y chulería jugará con los balcones que la esperan a su paso, y allí donde el reguero de cera en la calzada marque su itinerario, siempre estará presente con un Rosario en las manos, a la espera de que su Hijo llegue.

El buen gusto decidió conjugarse con su imagen, los varales de su paso chirrían junto al sonido de sus bambalinas para aferrarse fuerte a su paso, porque no quieren abandonarla en esta noche de fervor hacia Ella, porque saben que tendrán que esperar otro año más para volver a verla . Y un angelito entre talla y plata suspirará su amor por ella, rezando para que siempre pueda acompañarla en su paseo de madrugá bajo las estrellas.

Su manto es envidiado por los pájaros de la mañana, anunciando con su canto al amanecer, que los primeros rayos de sol buscarán su palio para acariciar su linda cara. Y entre luces de color que atraviesan la oquedad de sus caídas, amanecerá Sevilla, con las dulces melodías que fielmente la acompañan. Y regresará esplendorosa con bulla pero sin prisa, buscando aquel Arco que le dio salida, allí donde guardará hasta su Basílica, teniendo que esperar un año más, para ver a la Esperanza Macarena por las calles de Sevilla.



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