

Es cierto que la alegría debería inundar nuestro corazón, que desde que el Dulce Nombre atravesó el centro de la ciudad con el ensordecedor repicar de campanas, la ilusión de ser su hijo es nuestra máxima prioridad, pero no puedo dejar de mirar atrás, de añorar la sensación de ser un hombre de negro para la taracea de su cruz, de largas y forzadas chicotás por la presencia de lluvia, de partir y dejarte alojado en las frías naves del templo catedralicio, no puedo de dejar de pensar en ese rostro muerto.
Pero en fin, hay que dejarlo todo atrás, reciclar la ilusión por una nueva, pensar que hoy volveré a iniciar la cuenta atrás para la próxima primavera, envejecer un año más bajo esta luz de esperanza que nos guarda todo el año. A partir de ahora, comienzo una nueva etapa sobre estas líneas, retomo la senda de la palabra para compartir contigo, amigo lector, todo lo acontecido durante esta extraña semana.
Quiero que a partir de ahora podamos compartir juntos todos esos momentos especialmente vividos, que las palabras inunden nuestros recuerdos acompañados siempre de imágenes e instantáneas dulcemente recogidas de esas intensas experiencias pasadas. Por eso, te doy la bienvenida nuevamente a este humilde rincón, que nos encontremos ambos bajo esta tenue luz que nos inspira, bajo la luz del guardabrisas.
Esperemos que las Semanas Santas que nos queden por vivir sean mas felices que esta. Un abrazo a todos
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