jueves, 17 de enero de 2013

LA PRIMERA CHICOTÁ

Hay un momento, que a pesar del paso de los años nunca he conseguido borrar ni quiero desde lo más adentro del sentimiento. Una sensación al más puro estilo cofrade y costalero, que guardo con empeño y a la que me aferro desde hace mucho tiempo para no perderla por nada, en esta ya cada vez un poco más larga carrera bajo los pasos que llevo. Es ese momento, de aquellos que se quedan grabados entre las escenas más selectas de la vida cofrade de cualquiera, es uno de mis instantes favoritos bajo los pasos, a pesar de que ya no pueda disfrutar de ellos.
 
La mirada se vuelve ciega bajo su manto, la respiración entrecortada se acelera por momentos, la faja prieta recién puesta contribuye a la rigidez del cuerpo bajo el paso. Los músculos se tensan, y una fina capa de sudor comienza a abordar el cuerpo. A pesar de la oscuridad que invade el momento, la mirada se endurece sobre algún punto reconocible a través del respiradero. Y ese silencio, envuelve las almas de aquellos que ya estamos dentro. Es hora de que los nervios hagan acto de presencia, todo un año para esto.


 
Del frío suelo de la capilla, consigue escaparse un ápice de aire fresco esquivando el pesado faldón que ayuda a coger algo de aire nuevo. Un atronador golpe de llamaor rompe el lúgubre silencio, buscando una reacción de aquellos que esperábamos atentos. Los cuerpos reaccionan inmediatamente sabiendo lo que hacer en cada momento, el crujir de la madera resopla en los cuellos, y una voz de capataz es devuelta por el eco del templo haciendo que con otro golpe de llamaor, la mesa que reposaba con los cuatro zancos en el suelo, se levanta velozmente del mármol, para caer de inmediato entre suspiros y zapatazos. Un estruendo metálico acompaña a nuestra cerviz terminando así con la tensa espera.
 
Una nueva voz, manda poco a poco de frente, y con un racheo suave los faldones comienzan a mecerse avanzando lentamente. Se acabó el desgarrador silencio y comienza a sonar la más dulce de las melodías que se puedan escuchar bajo la mesa de un paso, un tintineo continuo que acompaña rítmicamente a los pasos de los costaleros que allí abajo batimos la primera batalla contra el palo. Esa caricia de bellotas contra el varal, de mecía de caídas y respiraderos, esa música celestial que en esos primeros momentos se apodera del sentido de aquellos costaleros.
 
Sólo estás tu y Ella, o eso te hace creer ese hermoso ruido de metal suelto que se funde en comunión con tus creencias, y llegas a ver el rostro debajo de aquellos faldones en los que te encuentras, de la imagen a la que le rezabas minutos antes . El cuerpo se va soltando poco a poco, y aquel sonido de rechinar de varales inunda todo el templo, ensordece el murmullo que llega desde la calle y se funde con el racheo de alpargatas acariciando el suelo.
 
 
Pasan varios minutos que se hacen eternos, no quiero estar en ningún otro sitio en ese momento, allí es donde la espera de todo un año se hace realidad, donde el sueño se vuelve sacro y donde me siento más cerca de Ella amparado bajo su manto. Abro despacio los ojos, cuadrado está el palio frente al dintel de la Iglesia, y un reflejo de claridad irrumpe en el oscuro momento. Entre pequeñísimas oquedades del respiradero se cuelan unos rayos intensamente bermejos y amarillentos, y los zancos se posan nuevamente sobre el suelo.
 
Acabó el dulce momento, todo lo que vendrá a partir de ahora estará envuelto entre sones musicales y aplausos del gentío que acompañarán al cortejo durante todo el recorrido. Terminó ese instante íntimo entre Ella y el costalero, únicamente enturbiado por el acaramelado tintineo del palio. Cómo añoro esos momentos en los que tantísimo disfruté bajo sus varales, soñando con cera chorreada entre piezas de candelería. Hace más de 10 años que no tengo ese momento, y lo reconozco, lo echo mucho de menos.
 
A todos aquellos hombres de Cristo y Misterio que este año podrán volver a llevar un palio, o que por primera vez podrán sentir esa sensación que melancólicamente describo en estas líneas, a todos ellos, disfrutad mientras podáis, porque puede ser la única y última vez que la sintáis.

1 comentario:

  1. Gracias Raul por describir tan idilicamente este sueño que por suerte aun podemos vivir muchos de nosotros todos los años, aun mas con la suerte de vivirlo estrenando la Semana Santa en el domingo de ramos debajo de la Reina de la Paz, los primeros soñadores del año en los que los nervios se acrecientan al doble por ser los que abrimos las puertas a la Semana de la Pasion de Cristo que tantos cofrades y costaleros anhelamos...
    Sabes que las puertas de la Hdad de la Buriquilla de Granada estan siempre abiertas para ti y para toda la buena gente que quiera compartir momentos tan soñados con nosotros...y de mi parte te puedo decir que este año me encantaria compartir este momento contigo que tanto tu como yo echamos de menos, el hacerlo juntos como hace mas de 10 años debajo de la Paz...tu hermano de palo "el Quesada"

    ResponderEliminar