viernes, 25 de enero de 2013

COMIENZA EL AÑO...

Por fin pasaron los días en el calendario, los meses acabaron por consumirse como cada año y ya estamos una vez más preparados para comenzar con nuestra pasión. Sin duda a tan sólo unos días ya de la llegada del tiempo de Cuaresma, que este año ha querido regalarnos unos días y llegará un poco antes, la actividad cofrade comienza a entrar en su mayor esplendor y apogeo. Se acabaron las duras jornadas navideñas de comilonas y gasto, y comenzamos a ponernos en forma bajo los pasos.
 
Pronto llegarán los pregones y carteles, conciertos, cultos y las calles olerán a incienso en los barrios. La maquinaria cofrade ya está engrasada, aunque en las cofradías de la ciudad ya lleven tiempo trabajando en lo que será la futura Semana Santa 2013, que aunque para los supersticiosos lleve número de la mala suerte, yo sueño que sea la semana perfecta. Aunque el momento más esperado para la rara estirpe cofrade llamada costalero, serán los ensayos, esas noches de frío y sufrimiento en el que nuestro cuello busca desesperado el calor de un palo.
 
Y para ello, antes llegarán las igualás, esos actos de costaleros en los que como cada año nos reencontraremos con viejos compañeros de palo, amigos a los que sólo ves de año en año y en los que denotamos por los rostros el paso del tiempo que llevamos acudiendo a esas citas con los pasos. Reencuentro con abrazos, palmaditas y besos, caras nuevas a las que dar la bienvenida en la cuadrilla, y las ilusiones puestas en el palo como si del primer año se tratase.
 
 
El otro día no tuve la suerte de poder acudir a la primera igualá del año en mi calendario, junto con mis hermanos de negro, esos costaleros de Dios que año tras año nos empecinamos en sacar El Silencio. Pero esta noche, el pistoletazo de salida en el Realejo lo pone La Cañilla, donde acudiré un año más al sitio que me vio nacer como costalero, y al que acudo con la humildad que allí me enseñaron tener. Allí las igualás son de arte y categoría, amenizadas con charlas de copa en mano se prolongan en la noche cobijados por el calor que ese rincón de la Calle Santiago sabe darle a su barrio.
 
Y más allá de saciarnos esta noche, mañana sin descanso acudiremos a la última igualá que tengo señalada en el calendario. Regresaremos a la calle Escutia para volver a soñar con el Domingo de Ramos, a igualar en los nueve palos del Realejo, donde los hombres se forjan como costaleros, y la rocalla de la Cena se adueña del barrio entero.
 
Pero por fin, tras esos puntos de partida vendrán los ensayos. Sacaremos las ropas de los armarios, recuperarán ese olor a madera tallada que han ido perdido con los lavados, esas zapatillas que tienes guardadas exclusivamente para esos momentos volverán a ocupar su lugar en el zapatero, y las fajas revolotearán por la habitación distraídas cada vez que las necesites en cada ensayo.
 
 
Llegarán las frías noches de invierno en las que arrodillados en cualquier portal, haremos nuestros costales con la ilusión de un niño que comienza a soñar con los pasos. Endureceremos nuestros cuellos con el callo que nos acompañará hasta la semana de pasión, pasaremos grandes momentos bajo las parihuelas de ensayo, también alguno malo, y poco a poco acostumbraremos nuestro cuerpo a su postura favorita bajo los palos, endureciendo músculo y estirando brazos.
 
Así acudiré esta noche a mi primera igualá de este curso cofrade que comienza para mí, con la ilusión que cada año me acerca a los pasos, porque sinceramente, para este humilde blog, hoy comienza realmente el año.

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