viernes, 30 de marzo de 2012

VIERNES DE DOLORES

Por fin hoy es Viernes de Dolores, seguramente todos tenemos alguna Lola en nuestras vidas a la que felicitar, y por eso, desde aquí quisiera hacer lo propio con mi madre, aquella que me dio la vida, me hizo cofrade sin pretenderlo y me trajo al mundo como costalero. Por eso, y por infinitas cosas más, felicidades mamá en este día tan especial para los cofrades. Ese día en el que extraoficialmente, muchos sentimos que comienza la Semana Santa.

Repito, es Viernes de Dolores, y este que os escribe se encuentra a unos trescientos kilómetros de sus devociones, desde esta distancia me es imposible apreciar ese olor a primavera que emana de la arbolada falda de la Muralla Roja en pleno Paseo de los Tristes. Estoy lo suficientemente lejos como para no poder apreciar el espectro reflejo del sol sobre la blanquecina montaña de Sierra Nevada, lejos de su sutil golpe de frío matutino en la cara, y de su imponente mirada como vigía protectora de Granada.


Son sólo trescientos kilómetros apenas, los que me separan del empedrado irregular del Realejo, de su gente ajetreada entre calles estrechas y alargadas, del chirrido avergonzado de una puerta mal engrasada en cualquiera de sus Iglesias, y del grueso golpe de piedra que preside en forma de Cristo la plaza del Campo del Príncipe. Ese será el primer destino que me espere esta noche, cuando llegue al barrio de mis sueños entre retranqueos con sabor a costalero añejo del Realejo.

Será una mortecina luz, esa que todavía perdura en las primeras horas de la mañana, la que se divisa desde mi ventana, la que me despierte como si de un guantazo se tratara y me lleve a la realidad de estar a tantos kilómetros de distancia de mi ciudad. Será esa melancolía  llena de añoranza, mezclada con el entusiasmo de volver por fin a esa andaluza tierra nuestra, la que me envuelva en un estado de inquietud y ansiedad que no me deja pensar con claridad.

Desde la oficina puedo observar por la ventana, cómo se divisan en el horizonte unas plumas despojadas camino de la Calle Pan, puedo imaginar también, cómo desde el altavoz del hilo musical se deslizan elegantemente los acordes de Esperanza de Triana Coronada. Quizás me esté volviendo loco, pero es esa distancia la que me desespera en esta silla inquieta, que al rodar sobre sí misma, me recuerda al susurro del serpenteante hilo de agua del río Darro antes de  penetrar en las oscuras entrañas de Plaza Nueva. 

Esta noche reduciré esos trescientos kilómetros a la nada, y podré poner los pies en esta tierra soñada durante toda la semana, para poder vivir por algunas horas la magia del Viernes de Dolores en Granada, y por fin poder soñar con el Domingo de Ramos, bajo el estrellado cielo de la ciudad de la Alhambra, siempre junto a tu regazo. 


Feliz Viernes de Dolores y feliz Semana Santa a todos, desde esta llama que perdura siempre encendida y que da luz a este pobre guardabrisas.

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