miércoles, 8 de mayo de 2013

LO BUENO DE LA MAGNA

Menudo ajetreo el que está trayendo este año la dichosa Magna Mariana, entre cambios de fechas, baile de horarios, partidos de fútbol coincidentes, rocieros cabreados, hermanos mayores conformistas, decretazos arzobispales, feriantes aventajados y un Ayuntamiento inoperante, se está quedando un acto de lo más extraño, cuando debería de tratarse de un Magno evento, como bien dice su nombre. En Granada somos muy particulares para nuestros quehaceres, y esta vez no iba a ser menos. Creo que la gente, incluyendo organizadores y cofrades en general, no se han dado cuenta aún, de la magnitud e importancia de dicho evento.
 
Pero si os digo la verdad, estoy cansado de discutir y tertuliar los inconvenientes y problemas organizativos de la Magna, de darle y darle vueltas a un mismo asunto, que por mucho opinar, no va a cambiar para hacerlo a nuestro gusto. Son tantas las opiniones como personas, y cada uno, granaíno de su papa y de su mama, tiene a bien expresar lo que para él sería la fecha ideal del acto, o la forma organizativa del mismo. Así, imposible de contentar al foro con una fórmula ideal, prefiero no entrar de lleno en lo que pienso realmente de tan Magno acto, ni de cómo se está llevando a cabo hasta el momento.
 
 
 
Como ya he dicho, cansado de discutir los pros y los contras de tan controvertido tema por otros fueros, prefiero no hacerlo aquí en el blog, y para ello, he tenido que indagar a través de la profunda corteza de mi ser, hasta encontrarme conmigo mismo, y rescatar en unas cuantas líneas qué de positivo tiene para mí la Magna Mariana. Porque al fin y al cabo, lo tiene y mucho. Ni que decir tiene, que para verle algo positivo a tan escabroso tema, hay que dejar de lado todo tipo de prejuicios y sacudirse toda la suciedad que hemos ido adquiriendo durante todo este tiempo, y centrarse en lo que realmente importa cuando llegue tan señalado día.
 
Y es que allí tenía que ser, postrado en un banco de tu Iglesia, en un domingo cualquiera, el día de la Madre me acercó hasta tu capilla para rendirte homenaje y pleitesía. Porque Madre eres de mi consuelo y mi alegría, y porque a Tí, tal día como ese, tuve que venir a agradecerte precisamente, el milagro de la vida, de una madre a otra madre. Y sentado a unos metros de tu desconsolada mirada, comencé a entender la importancia que tenía para mí esa Magna, y lo que nos aportaría a ambos.
 
Me dí cuenta, que como devoto tuyo siempre y costalero de tu Hijo, iba a tener el privilegio de poder acunarte con mi cerviz a través del costal, que otras tantas veces sirvió de manto sagrado para rezarle con los pies a tu hijo y Señor de la Humildad. Y me dí cuenta, que allí postrado y agradecido ante tu sereno rostro, custodiada eternamente por ese Ángel siempre vigilante, comprendí lo importante que supondría para mí esa extraordinaria salida.
 
 
 
Desapareció de mi mente al instante todos los cambios de fechas, las opiniones vertidas sobre cuestiones organizativas, los partidos de fútbol coincidentes, las quejas del mundo cofrade, y me dí cuenta de que todo aquello proveniente del mundo terrenal, no importaba nada comparado con el simple hecho de volver a acompañarte nuevamente. Porque a pesar de que nos veamos a menudo cada año, o me acerque a agradecerte todo lo benevolente que has sido conmigo un día cualquiera en el mismo sitio de siempre, sólo hubo una vez en mi vida, que tuve la suerte de ser tus pies cuando salías a la calle.
 
Y es que hace muchos años ya de aquello, dieciséis para ser exacto si mal no recuerdo, cuando los costaleros del Señor tuvimos el privilegio de acompañar a la Soledad de nuestra Señora bajo sus andas, en su cita a las tres de la tarde del Viernes Santo. Grato recuerdo el que tengo de aquella mañana en el Campo del Príncipe, sensación que no pude recuperar nunca más a lo largo de los años, a pesar de que cada Viernes Santo a la Hora Nona te acompaño muy de cerca, aunque con capillo de raso y morado.
 
Por ello, he encontrado mi motivación personal de la Magna Mariana, ajena al alboroto que se concentra día tras día, así que he dejado a un lado mi indignación personal y me he centrado en lo que me aportará por fin ese día tan especial, en el que después de tantos años, me volverá a convertir en costalero de la Soledad, esa a la que cariñosamente llamo Madre.
 
 

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