lunes, 5 de marzo de 2012

SORVILAN

Hay un lugar en la provincia de Granada, al que me gusta acudir de vez en cuando para apartarme durante un par de días del mundanal ruido y del estrés de la ciudad. Un lugar al que acudo para respirar aire limpio, donde el tiempo se detiene, y el ritmo de la vida lleva otro caminar mucho más despacio al que estamos acostumbrados. Ese peculiar sitio, es un pueblecito situado al sureste de la provincia granadina, comarca de la Contraviesa y llamado Sorvilán. Está enclavado en aquello que llaman Alpujarra Baja, mucho más allá del cruce que en Órgiva nos marca la dirección de la populosa Alpujarra granadina.

Cercano a al punto limítrofe con la provincia de Almería, esta zona, a pesar de preservar todos y cada uno de los rasgos más típicos de cualquier pueblo alpujarreño, se encuentra situado en una zona más que envidiable. A pesar de tratarse de un pueblo situado en plena zona montañosa, pues el pueblo se alarga prácticamente en vertical a lo largo de la montaña, se encuentra bastante cerca de la zona costera granadina. Las vistas al mar desde cualquier punto de Sorvilán son espectaculares, divisando altivo desde su enclave cómo el azul del mar se funde con el azul del cielo en el más lejano horizonte.


La cal blanca predomina en sus apiñadas casas, convirtiendo sus calles en un laberinto de serpenteantes callejuelas, las cuales todas van a llevarte a un punto común de la geografía del pueblo, su popular Plaza de Abajo. La ausencia de vehículos en la casi totalidad de sus calles, hacen del lugar un reducto más que tranquilo y limpio, ajeno a la fastidiosa contaminación a la que estamos sometidos en las grandes urbes.

Por ello, es un lugar al que me gusta acudir cada cierto tiempo, sobre todo para compartirlo en la intimidad con mi familia y amigos más cercanos. Un lugar encantador, ajeno al tedioso turismo rural típico de otras zonas de las Alpujarras, sin tiendas llenas de productos típicos del lugar, con tan sólo un par de sitios agradables donde poder pernoctar y disfrutar de este más que tranquilo lugar. Con el vino como mayor exponente de la cultura del pueblo, sus caldos son reclamados por mucha gente de fuera, que se aventura por la tediosa carretera maltrecha y llena de curvas, para llegar a este escondido paraíso terrenal.


Aquellos que llevamos sangre de Sorvilán, de la cual estoy bastante orgulloso, sentimos su llamada cada cierto tiempo, necesitando respirar su aire puro y limpio, ver su cielo totalmente estrellado una vez caída la noche, pasear por sus caminos entre almendros y viñedos, y disfrutar de la simpatía y acogimiento que sus habitantes hacen con todos aquellos que acudimos a su pueblo, buscando relax y calidad de vida.

Es el lugar idóneo para visitar con niños, sus posibilidades que en principio pueden parecer limitadas, son sin duda amplísimas, pues no hay nada mejor que ver a los críos jugando en pleno campo, como hacíamos antaño. Un sutil olor a animal, proveniente de cuadras y corrales, caracteriza la convivencia por sus calles, así como el toque de campanas de la Iglesia de San Cayetano, marcando las horas fielmente sin retraso.  Así es, muy por encima Sorvilán, un pueblecito con encanto, al que acudíamos muchos niños cada verano, para vivir experiencias inolvidables y donde se daba rienda suelta a la incombustible imaginación de un niño.


P.D.: Dedicado a toda esa gente que hacen de Sorvilán el lugar más acogedor del mundo. Y a mi familia, con la cual he compartido momentos inolvidables, a ese Clan Sánchez.






















1 comentario:

  1. Hola,
    no soy de la Clan Sánchez pero disfruto la vida en Sorvilán cada día hace casi 8 años. Todo escrito es la verdad!
    Elisa
    La Alcandora

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