La calle es un bullicio constante, este empedrado en concreto siempre lo fue, la llamada tribuna de los pobres este año vive horas bajas. Con la ubicación de la nueva Tribuna en Ganivet, ya no pasarán todas las cofradías por aquí, pero este Martes Santo, a estas horas de la noche, todo sigue igual que hace unos años. La estrechas aceras se convierten en improvisadas gradas repletas de gente y la inclinación de la calle hacia abajo endurece el transcurrir de los pasos. Se agolpan niños y mayores, todos buscando un hueco en el que ver pasar la hermandad decana del barrio, esos capillos morados llenos de Realejo, que miran al vacío de la multitud con una sólo una imagen en mente.
El nutrido cortejo avanza sigilosamente, entre ruidos y chillidos se deslizan sobre el pavimento. Se acercan los ciriales, ya se ven a lo lejos, los adultos se recostan en su virtual asiento y mandan al orden a los alocados niños que juegan a hacer bolas de cera. Un globo escapa de las manos de un crío, de repente un llanto enturbia la paz y el orden que la llegada de los ciriales había conseguido sin proponérselo. Ante la promesa de un padre avergonzado, de que después comprarán otro globo, vuelve a recomponerse el silencio en la calle.
A lo lejos suena un llamaor seguido del crujir de la madera, un instante después, un redoble de tambor acompaña al racheo constante de tantos y tantos pies que coordinados tiran de la mole esculpida en oro, esa en la que reposa la Humildad hecha hombre. Poco a poco se acerca y la gente se inquieta a su paso, es estremecedor ver esa espalda arañada por el látigo, pero su expresión es serena y reconforta a los presentes. Esa mirada perdida en nosotros nos indica que no había otra cosa en su mente que nuestra salvación, que él debía de pasar por aquello.
El paso avanza majestuoso a la vez que la marcha acompasa su andar, hay que retener un poco la caída de la calle hacia delante. Un poco de derecha alante va salvando el giro que adquiere la calle. La gente se acerca y roza el paso con la yema de sus dedos, otros se santiguan, y los más escépticos se limitan a observar cada detalle de las imágenes que acompañan al Cristo.
La calle casi llega a su fin, el paso vuelve a arriar para posarse otra vez sobre el suelo, un bufido de calor se escapa entre la talla del respiradero y la gente se sorprende. Unos ojos inquietos observan la escena al otro lado de la madera, desde la oscuridad más profunda, aquella que se adquiere cuando los faldones están rozando el suelo sin movimiento. Suena la palabra Relevo y se produce el movimiento, montones de cabezas comienzan a asomar bajo los faldones mientras un enjambre de piernas se cruzan bajo el paso entre los que salen y los que entran. Una vez fuera, tomado un poco de aire fresco y puesta la sudadera, se para bruscamente y se da media vuelta, quiere mirar por primera vez a su Cristo en la calle detenidamente y quiere quedarse con esa imagen de la luz de un escaparate acechando el Misterio de sus pasiones.
Así surgió esa foto que hoy tengo el orgullo de mostraros como Cartel del Blog en este año 2012, aquella que habéis votado vosotros, amigos seguidores del blog. Y con ella quiero hoy homenajearos a todos, ya que a pesar de haber estado bastante reñida la votación, al final ha sido el Cristo de mis amores el elegido para protagonizar este primer cartel del la luz del guardabrisas. Así que por ello, a todos muchas gracias y que lo disfrutéis.
Éste es uno de los misterios que rebosan buen gusto cofrade por los dos costeros. La elegancia en el andar y el altísimo nivel que está adquiriendo la banda hacen el resto para que sea uno de los referentes del Martes Santo en Granada; el otro, ay, esa Esperanza...
ResponderEliminarUn abrazo