jueves, 2 de junio de 2011

DE MAYOR QUIERO SER COSTALERO

Mis primeros recuerdos sobre la Semana Santa se remontan a cuando no levantaba más de tres cuartas sobre el suelo, y la paciencia de mis padres les llevaban a cargar con cuatro mocosos y tirarse a la calle con ellos  y atreverse de esa manera a recorrer las calles de la ciudad granadina en busca de los pasos que componían los cortejos procesionales. Todavía recuerdo cómo nos afincábamos justo en la esquina del Pie de la Torre de la Catedral con la mochila cargada de bocadillos, dispuestos a ver pasar todos los desfiles del día.

Me acuerdo que me quedaba atónito al ver aquellos penitentes tan altos para mí, con aquellos capirotes que se erigían enhiestos hasta el infinito, con ojos misteriosos que siempre guardaban algo de recelo a la hora de acercarse a ellos. Recuerdo también cómo en los cortejos siempre iban formados algún grupo militar, paracaidistas, legionarios, guardias civiles, y aquello me impresionaba bastante, es como si para el niño que miraba embobado todo eso le diese un carácter más solemne, serio y respetuoso.

Una de mis fascinaciones por aquellos primeros años de conciencia cofrade eran las bandas, siempre tendía a escapar de las manos de mi madre para acercarme lo máximo posible a los músicos que acompañaban cada paso. Incluso recuerdo levemente cuando mi hermano mayor hizo sus pinitos con la corneta en la banda del pueblo. Fueron varias Navidades las que pasé esperando el ansiado tambor que tanto codiciaba, era el instrumento que por excelencia siempre era mi referencia, el cual me causaba fascinación cada vez que lo veía tocar.


Pero todo aquello no era nada comparado cuando ante mí se acercaban esos gigantescos pasos cargados de Cristos y palios que por aquellos entonces difícilmente distinguía. Pero si algo había común en ellos, eran los pies que racheando asomaban bajo el faldón de mis sueños. Quedaba atónito y perplejo durante minutos sin ni siquiera pestañear observando cómo aquellos pies hacían inquietar mis anhelos. Nunca sentí mayor curiosidad en todo aquel tiempo que la de saber qué escondían los aterciopelados faldones de los pasos que todo el mundo admiraba. Quiénes eran esos héroes con talante de superhombres que hacían andar al mismísimo Dios por las calles de mi ciudad, cómo con tan sólo un puñado de aquellos anónimos pies los palios levantaban al cielo hasta que mi vista se perdía con el último varal.

Y uno de esos primeros recuerdos fue cuando mi padre observaba el impacto que en mí hacían las procesiones, como miraba alelado sin perder detalle todo lo que acontecía por aquellas calles, de cuando se dio cuenta que tras esa Semana tan intensa que vivíamos me tiraba después meses soñando con todo aquello que había acontecido, haciendo preguntas sobre ello sin parar. Entonces un día se acercó y me preguntó que si quería formar parte de aquellos cortejos que tanto admiraba, ya fuese de monaguillo, de nazareno o en una banda, a lo que después de meditar durante un buen rato contesté serenamente: "Papá, yo de mayor quiero ser costalero".

Y así fue como desde aquel momento, en plena infancia, tuve claro lo que quería ser de mayor, cuál sería mi papel a jugar en aquellos cortejos. A pesar de aquella contestación, mi padre insistió tras explicarme repetidamente que sólo de mayor podía ser costalero, que si mientras alcanzaba la edad para ello quería formar parte de alguna otra manera. Pero la idea se me marcó en el cerebro y el corazón como hierro ardiendo, así que tal fue mi obsesión que hasta que no pude alcanzar aquel anhelado sueño de ser costalero no descansé ni un momento en mi empeño.




4 comentarios:

  1. Impresionantes tus recuerdos de la niñez. me recuerdan mucho a los míos, toda la familia junta para ver las Procesiones. Muchas gracias hermano por hacerme revivir mi infancia en la Semana Santa. Un fuerte abrazo desde la Tertulia Cofrade Cruz Arbórea.
    http://tertuliacofradecruzarborea.blogspot.com/

    ResponderEliminar
  2. Y al final lo has conseguido, no sólo llevas años debajo de los pasos, sino que además has logrado ser costalero. Que como tú bien sabes no es lo mismo. Que orgulloso estoy de tener gente como tú. Un abrazo enorme.

    Joaquín

    ResponderEliminar
  3. Y no un costalero cualquiera no???... encima tenías que ser de los buenos... tremenda entrada, y compartida 100 x 100...

    Un fuerte abrazo, Raul... costalero con mayúsculas... COSTALERO...

    ResponderEliminar
  4. Muchas gracias a todos, lo he escrito como lo vivo y lo siento. Y si he aprendido algo sobre este mundillo del costalero es gracias a la gente que me rodea y de la que he aprendido tanto, costaleros, capataces y cofrades en general.

    Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar