Pasan los días en el calendario, cayó la última nevada del invierno, y con este gélido frío invernal, llegamos a la primavera de nuestros sueños. El sensor interno, ese que llevamos cercano al corazón, me indica que se acerca el momento, las manos sudorosas cuando entro en cualquier capilla anuncian mi estado de impaciencia, te veo tan cerca que casi no me lo creo. La espera se consume como el pabilo de un cirio que alumbra esa anhelada luz de guardabrisas, no sólo son simples velas, son esperanzas de primavera.
Los cultos que se rinden a tus distintos nombres y advocaciones van finalizando, quedan pocos días de rezo frente a una capilla arrodillado en el banco de un frío templo desolado. Las casas de hermandad se abarrotan por estas fechas con las retiradas de túnicas y capillos, los fabricantes de capirotes hacen su agosto, y las bandas que bajo un puente agotan sus últimos acordes hasta ir detrás de un paso. La espera se evapora, y por fin podremos tenerte por las calles en las que te cubriremos de gloria.
Da igual cómo quieran llamarte, si Pasión, Nazareno o Perdón, da lo mismo cómo quieran vestirte, con túnica, sábana o saya, porque Tú, eres el mismo Cristo Redentor que paseará por Granada de Domingo a Domingo. Me acerco sigilosamente a tu vera, te observo con delicadeza extrema, y cuando te miro a los ojos siempre veo la misma escena, ya sea en el Albaycín, el Realejo o el Zaidín, sobre oro, barniz o plata, siempre Humildad en tu mirada.
Son muchas las escenas que representamos de tu Pasión, muchas las formas que adquieres en nuestras oraciones y súplicas, pero el mismo siempre de corazón. Sólo Tú podrás darnos esperanza en esa semana tan larga, ya sea sobre una Burra, Cenando o escarnecido en una Cruz, siempre será la misma mirada, Sentenciado, Orando, Rescatado o a cuestas con una Cruz. Y serán los mismos aquellos pasos que recorrerás por Granada, ya sean sobre empedrado, asfalto o a la vera de un río andaluz.
Porque, aunque te acompañe una Dolorosa bajo palio cubierta de pétalos, una Madre en Soledad, o simplemente te arrope bajo sus brazos, siempre serás el mismo Jesús que conocimos de pequeños con tu verdad, aquel que tanto nos impresionó en las jornadas de Catequesis con tus oraciones tantas veces promulgadas. Y ya salgas de una Iglesia, una capilla, parroquia o casa de hermandad, siempre serás el mismo para todos, aquél que en Semana Santa llegará, morirá y resucitará por nosotros.
Porque, aunque te acompañe una Dolorosa bajo palio cubierta de pétalos, una Madre en Soledad, o simplemente te arrope bajo sus brazos, siempre serás el mismo Jesús que conocimos de pequeños con tu verdad, aquel que tanto nos impresionó en las jornadas de Catequesis con tus oraciones tantas veces promulgadas. Y ya salgas de una Iglesia, una capilla, parroquia o casa de hermandad, siempre serás el mismo para todos, aquél que en Semana Santa llegará, morirá y resucitará por nosotros.
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