Suenan tres toques, el fino trabajo de orfebrería fuertemente agarrado por la mano del capataz, golpea sin temor allí donde reposaba hace tan sólo unos segundos. Todo el canasto retumba en su interior, un sonido metálico perdura durante unos instantes en los sentidos del costalero, unas palabras valientes alentan a la cuadrilla. Sólo allí, por las calles de ese bendito barrio, se pronuncian discursos que suenan a poesía, la casta de una raza cofrade diferente los caracteriza, no son ni mejor ni peor, sólo distintos.
Son toques de llamaor en el Realejo, dulce percepción de los sentidos a pleno rendimiento, zancos tensos dispuestos a separarse violentamente del suelo, cuerpos tersos adheridos a un palo, como si fueran prolongación de la madera tallada por los genios, la mente profusamente centrada en el siguiente golpe metálico, el corazón en el cielo del barrio. Suena una vez más el golpe de la llamada al cielo, y una monumental mole de madera, orfebrería y fe, se suspenden en el aire cargado de incienso.
En esos breves instantes, se llenan de expectación las calles del barrio, allí donde las levantás producen temblor en el suelo, plumas de romano se desprenden al vuelo, túnicas y polleros, cruces y cañas experimentan bruscos movimientos, bambalinas cayendo, sudarios aleteados al levantar, coronas y potencias rozando el cielo de su barrio Realejo.
En esos breves instantes, se llenan de expectación las calles del barrio, allí donde las levantás producen temblor en el suelo, plumas de romano se desprenden al vuelo, túnicas y polleros, cruces y cañas experimentan bruscos movimientos, bambalinas cayendo, sudarios aleteados al levantar, coronas y potencias rozando el cielo de su barrio Realejo.
El tiempo se detiene allí donde se producen levantás en el Realejo, son instantes donde la imagen que preside nuestras calles se suspende en el cielo, un par de segundos que se hacen eternos. El peso arrecia los cuellos, se flexionan las rodillas al tocar el empedrado suelo, el barrio atónito aplaude el soberano esfuerzo, el resoplar costalero corta el aire bajo los respiraderos, el paso ya está en pie, y toda su gente espera espectante a que se produzca movimiento.
Otra voz del capataz retumba en cualquier callejón del barrio, se pierde entre los balcones repletos de gente que agradecen el acto. Un toque de baqueta en la piel del tambor marca el comienzo, los tambores resuenan con todo su esplendor, el sonido de cornetas se sumerge en sus calles atravesando cada rincón. El dulce olor a incienso impregna de magia la atmósfera reinante en ese momento, es el olor de su barrio en Semana Santa. Y ya sea un misterio o crucificado, nazareno o paso de palio, ese golpe de llamaor sigue siendo especial, siguen siendo en su barrio, sigue siendo en el Realejo.
Trailer del dvd 18009 de LANSA Producciones, sobre las hermandades del Realejo.
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