Aún con el disfraz de Carnaval a medio quitar, y con las últimas coplas del Falla resonando en la retina, el mes de Febrero va consumiendo sus últimos días con la llegada del Miércoles de Ceniza. Llegó la Cuaresma, la fecha más esperada por todos aquellos cofrades que nos arropamos en estos días bajo su manto y nos dejamos llevar por los acontecimientos tan intensos que suelen vivirse a partir de ahora. Las iglesias se llenarán de altares y cultos, habrá presentaciones y pregones cada fin de semana, conciertos en plazas y teatros, cuadrillas ensayando en cualquier rincón de la ciudad y esperanzas derramadas ante cualquier imagen sagrada de nuestra Semana Santa en un altar.
Es la fecha idónea de dar un salto en el asiento y pensar en lo venidero, la falta de tiempo (y de ganas en algunos momentos) me impiden llenar de palabras estas hojas virtuales del guardabrisas, mucho más de lo que lo hago. Pero ya llegó la Cuaresma, y con ella un aire fresco en nuestras vidas, es la ilusión del cofrade la que recorre cada centímetro de mi cuerpo, y me prepara para todo aquello que nos espera.
Serán largas chicotás bajo el manto frío del invierno, las que todavía nos queden por disfrutar al son de un picú más que cascado. Muchos serán los momentos en que mi faja tendrá todavía tiempo en agotar mi esfuerzo, para rodear con fuerza mi oronda cintura, a la que cada año da menos vueltas. Las intensas horas escuchando marchas quebrarán la sórdida monotonía de los eternos días de trabajo y estrés, poniendo una nota tránsfuga en nuestras vidas.
Por fin señora Cuaresma, entraste un año más en nuestras vidas, y llenaste de aire nuevo la espera interminable de todo un año, te alojaste en cualquier esquina de un viejo barrio, en la oscuridad de un gélido templo, te posaste sobre el peso de una parihuela de ensayo y sobre el viento de una corneta. Te añoramos tanto durante meses, que ahora no se cómo explicar la emoción de tu llegada, por fin señalaremos los días que restan en el calendario con una sonrisa, porque con tu llegada a nuestras vidas, se acerca aún más el esperado Domingo de Ramos.
Aquí desde mi ventana, veo cómo la oscuridad de la noche se retrasa cada vez más en llegar cada jornada, ganando poco a poco la tarde esa ardua batalla por las horas del día. Con la Cuaresma experimentaremos la llegada de la Primavera, la estación de la Pasión por excelencia, ella será testigo de nuestras oraciones más costaleras, de calles abarrotadas esperando impacientes la llegada de una cruz de guía y de nuestras estaciones de penitencia. Gracias por llegar como llegas siempre querida Cuaresma, con una cruz de ceniza sobre la frente, en un frío pero esperanzador Miércoles de Ceniza.
Serán largas chicotás bajo el manto frío del invierno, las que todavía nos queden por disfrutar al son de un picú más que cascado. Muchos serán los momentos en que mi faja tendrá todavía tiempo en agotar mi esfuerzo, para rodear con fuerza mi oronda cintura, a la que cada año da menos vueltas. Las intensas horas escuchando marchas quebrarán la sórdida monotonía de los eternos días de trabajo y estrés, poniendo una nota tránsfuga en nuestras vidas.
Por fin señora Cuaresma, entraste un año más en nuestras vidas, y llenaste de aire nuevo la espera interminable de todo un año, te alojaste en cualquier esquina de un viejo barrio, en la oscuridad de un gélido templo, te posaste sobre el peso de una parihuela de ensayo y sobre el viento de una corneta. Te añoramos tanto durante meses, que ahora no se cómo explicar la emoción de tu llegada, por fin señalaremos los días que restan en el calendario con una sonrisa, porque con tu llegada a nuestras vidas, se acerca aún más el esperado Domingo de Ramos.
Aquí desde mi ventana, veo cómo la oscuridad de la noche se retrasa cada vez más en llegar cada jornada, ganando poco a poco la tarde esa ardua batalla por las horas del día. Con la Cuaresma experimentaremos la llegada de la Primavera, la estación de la Pasión por excelencia, ella será testigo de nuestras oraciones más costaleras, de calles abarrotadas esperando impacientes la llegada de una cruz de guía y de nuestras estaciones de penitencia. Gracias por llegar como llegas siempre querida Cuaresma, con una cruz de ceniza sobre la frente, en un frío pero esperanzador Miércoles de Ceniza.
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