El título que encabeza esta entrada procede de unos de los capítulos más interesantes de la vida de Jesucristo, pero en la actualidad, bien podría ser el titular de cualquier periódico español cualquier día del año. Mucho me temo, que en esta sociedad corrupta y envenenada por políticos y personajes públicos en general, nos estamos acostumbrando a ver aparecer la palabra "ladrón" tan a menudo, que casi no le damos la importancia que tiene. Recordaremos que el propio Jesucristo fue crucificado junto a dos ladrones, Dimas y Gestas, lo cual nos muestra lo cruda que podría llegar a ser la sentencia contra un ladrón en aquella época.
Gracias a Dios, actualmente no castigamos de la misma forma a aquél que se apropia indebidamente de lo ajeno, pero tampoco se juzga de una forma lo suficientemente dura a aquellos que lo hacen. Y con ello no me refiero a aquellos que se ven obligados a robar para poder llevar un trozo de pan a su hogar, sino a aquellos personajes que estando en una posición social privilegiada, contando con la confianza del pueblo y viviendo por encima del nivel económico de la mayoría de los españoles, aprovechan esa confianza otorgada en ellos para dejar vacías las arcas.
Y es que hemos pasado a familliarizarnos con los términos corrupción, prevaricación, cohecho, tráfico de influencias, malversación de fondos públicos, fraude, y un sinfín de términos jurídicos relacionados todos ellos, con delitos penados por el sistema jurídico español. Me apena pensar que el español de a pie está perdiendo sensibilidad en estas cuestiones que tan a menudo acechan a la sociedad de nuestro país. Y deja de ser sorpresivo ver cómo un político del Estado, de nuestra Comunidad Autónoma o del Ayuntamiento de nuestro pueblo, ha sido imputado en algún caso de corrupción.
Y tanto es así, que hasta algún miembro de la familia real se ha visto últimamente implicado en alguno de estos casos. Otorgamos confianza a nuestro sistema político para que este vele por nuestros intereses, y este no deja de defraudarnos continuamente. Este país se está convirtiendo en refugio de malhechores y contrabandistas, de políticos corruptos, de autoridades pervertidas por la idea de poder, ideales vendidos a cuotas de audiencia, y el lugar donde veneramos a aquellos que nos robaron porque algún día vendieron su intimidad con una tonadillera. Se pierden valores sociales que nos llevaron a ser una sociedad democrática y de derecho, y con ello, muchos politicuchos sin estudios aprovechan nuestra pasividad ante estos estos asuntos para llenar sus bolsillos.
Viendo el poco castigo y la escasa persecución que muchas veces obtienen estos hechos, sobre todo por intereses personales de unos y otros, se fomenta que sigan riéndose del populacho, que una y otra vez paga las consecuencias de los fatídicos actos de estos personajes desdichados. Por ello, dudo que hoy en día pueda existir esa Conversión del Buen Ladrón, que en tiempos remotos existió y antes mencionábamos, porque pienso que en nuestro país ni existe el buen ladrón, ni hay posibilidades para su conversión.
"Uno de los ladrones crucificados le injuriaba diciendo: ¿No eres tú el Cristo? Sálvate a tí mismo y a nosotros. Pero el otro le respondía: ¿Ni siquiera tú que estás en el mismo suplicio temes a Dios? Nosotros, en verdad, estamos merecidamente, pues recibimos lo debido por lo que hemos hecho; pero éste no hizo mal alguno. Y decía: Jesús, acuérdate de mí, cuando llegues a tu Reino. Y le respondió: En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el Paraíso"(Lc).
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