Se que en esto de las cofradías hay gustos como personas, en este mundillo que inventamos entre todos poco a poco. Por eso, nadie puede pecar de vanidoso cuando propone que el suyo es el mejor o está por encima de todo, craso error. Y me voy una vez más por los derroteros de lo cofrade, concretamente por el gusto que tiene uno sobre una u otra forma de andar bajo los pasos. Como he dicho anteriormente, hay gustos como personas, y es por ello por lo que no creo que haya, desde mi opinión, unas mejores que otras, sino que cada uno nos declinamos por la que más nos atrae. Y e aquí que desembocamos en el tema a destacar en la entrada de hoy, una forma de trabajar que desde que la conozco me ha ido llamando la atención cada vez más, conforme me he ido acercando con los años a esa tierra que rezuma sevillanía por los cuatro costados, me he ido deteniendo cada vez más en un apellido de capataz que derrocha costalería, VILLANUEVA.
Los Villanueva han ido forjando, con el transcurrir de los años, un apellido de oro en la historia de los martillos de Sevilla. Son ya varias, las generaciones que se han ido sucediendo delante de los pasos sevillanos, teniendo su máxima representación actual en Manuel y Carlos Villanueva, hermanos de sangre y de martillo. Atendiendo a las enseñanzas que tuvieron de su padre y familiares más cercanos, así como las andaduras que han tenido con otros grandes maestros capataces sevillanos, han ido creando un estilo propio, que incluso sus propios hijos han ido heredando en la actualidad, entrando a formar parte de la leyenda de un apellido más que memorable.
Esta familia está instaurando en Sevilla un estilo propio de trabajar bajo los pasos, donde el compromiso con las cofradías y con sus costaleros está por encima de todo. Ya se que en nuestra tierra no se estila mucho las grandes sagas familiares delante de los pasos, pero en Sevilla el tema está a la orden del día desde hace ya mucho tiempo. Aunque es cierto que en Granada, cada vez se lleva más lo de que un mismo capataz saque varias cofradías a lo largo de la semana, estamos acercándonos a la tendencia de la profesionalidad, nada de capataces de hermandad, gente que sepa enseñar a costaleros e inculcarles los valores mínimos que se han de tener para meterse debajo de un paso. Aunque es cierto que salvando las distancias con la ciudad del Guadalquivir.
Empecé a adquirir admiración por ellos en cuanto me dí cuenta de que muchos de sus pasos allí en Sevilla eran de los que más llamaban mi atención. Es cierto, que a quién no le gusta un Caballo de Triana dando izquierdos o pasito pá atrás, o un buen palio guerrero, no lo voy a negar, pero el acercamiento de lo que yo entiendo la perfección bajo un paso, la veo más próxima en otro tipo de pasos, y algunos de ellos están bajo las órdenes de los Villanueva. Cómo me gusta ver avanzar al Herodes con esas levantás cuasi perfectas, o Santa Marta con ese estilo tan tradicional, el rachear largo y pausado del Gran Poder o el de cofradía seria que le han ido inculcando a la hermandad de Las Cigarreras.
Estos son solo algunos ejemplos del buen hacer que han ido haciendo esta familia por las cofradías, aunque sin mencionar quedan pasos como San Bernardo, Los Servitas, Santa Genoveva o San Roque. Son bastantes los pasos que pasean por las calles cada año, llegando incluso a doblar en más de un día, teniendo que ir cada uno de los hermanos a una cofradía distinta del mismo día, como les pasa el Domingo de Ramos o el Lunes Santo. En cada uno de esos pasos podemos admirar con pleitesía su inconfundible sello, común en todos ellos, dotándolos de un carácter muy personal que a un servidor les ha hecho emocionar en más de una ocasión.
Nunca he trabajado con ellos como es lógico, y no por falta de ganas evidentemente, pero es cierto que para mí sería un sueño poder compartir sus enseñanzas al costalero, adquirir ese carácter añejo y antiguo que imprimen a sus cuadrillas, ese estilo marcado de cuando existían costaleros profesionales, pero todo ello con dedicación y amor a esta profesión, que aunque no la sea actualmente, prácticamente se convierte en ello durante toda la Cuaresma y la Semana Santa sevillana. Esa figura de capataz respetado y admirado que saber imponer sus más estrictas creencias en esto, consecuente con su estilo hasta el final, es todo un lujo poder admirarlos en plena calle delante de cada paso.
Por supuesto que Sevilla está llena de grandes capataces, y de otras grandes sagas familiares no menos importantes, pero hoy quise destacar a la familia Villanueva por su gran hacer y compromiso al frente de los martillos que tanto he admirado siempre, con ese estilo al que con la edad, me siento cada vez más cercano.
Empecé a adquirir admiración por ellos en cuanto me dí cuenta de que muchos de sus pasos allí en Sevilla eran de los que más llamaban mi atención. Es cierto, que a quién no le gusta un Caballo de Triana dando izquierdos o pasito pá atrás, o un buen palio guerrero, no lo voy a negar, pero el acercamiento de lo que yo entiendo la perfección bajo un paso, la veo más próxima en otro tipo de pasos, y algunos de ellos están bajo las órdenes de los Villanueva. Cómo me gusta ver avanzar al Herodes con esas levantás cuasi perfectas, o Santa Marta con ese estilo tan tradicional, el rachear largo y pausado del Gran Poder o el de cofradía seria que le han ido inculcando a la hermandad de Las Cigarreras.
Estos son solo algunos ejemplos del buen hacer que han ido haciendo esta familia por las cofradías, aunque sin mencionar quedan pasos como San Bernardo, Los Servitas, Santa Genoveva o San Roque. Son bastantes los pasos que pasean por las calles cada año, llegando incluso a doblar en más de un día, teniendo que ir cada uno de los hermanos a una cofradía distinta del mismo día, como les pasa el Domingo de Ramos o el Lunes Santo. En cada uno de esos pasos podemos admirar con pleitesía su inconfundible sello, común en todos ellos, dotándolos de un carácter muy personal que a un servidor les ha hecho emocionar en más de una ocasión.
Nunca he trabajado con ellos como es lógico, y no por falta de ganas evidentemente, pero es cierto que para mí sería un sueño poder compartir sus enseñanzas al costalero, adquirir ese carácter añejo y antiguo que imprimen a sus cuadrillas, ese estilo marcado de cuando existían costaleros profesionales, pero todo ello con dedicación y amor a esta profesión, que aunque no la sea actualmente, prácticamente se convierte en ello durante toda la Cuaresma y la Semana Santa sevillana. Esa figura de capataz respetado y admirado que saber imponer sus más estrictas creencias en esto, consecuente con su estilo hasta el final, es todo un lujo poder admirarlos en plena calle delante de cada paso.
Por supuesto que Sevilla está llena de grandes capataces, y de otras grandes sagas familiares no menos importantes, pero hoy quise destacar a la familia Villanueva por su gran hacer y compromiso al frente de los martillos que tanto he admirado siempre, con ese estilo al que con la edad, me siento cada vez más cercano.
Y es que el apellido Villanueva suena a toques de martillos sevillanos,
suena a racheo largo y pausado, a levantás sincronizadas,
a costeros bien fijados,
el apellido Villanueva suena a seriedad y compromiso
y a trabajo bien hecho.
Suena a costalería y martillazo, a zancada larga y silencio,
suena a Domingo de Ramos, a Madrugá y a todos los días Santos.
A mí Villanueva me suena a primavera y Campana,
a Pilatos y Santa Marta.
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