Por fin llegó el día tan esperado en las vísperas de Semana Santa en el que se da el pistoletazo de salida de la Cuaresma 2011, hoy es Miércoles de Ceniza. Y a pesar de que pueda parecer un día cualquiera, para el cofrade no es un día más, es un miércoles cargado de simbolismo, de fe y esperanza, y sobre todo de ilusiones. Porque es a partir de hoy, cuando la ceniza consumida de palma de Domingo de Ramos pasado cicatriza nuestras frentes para recibir la llegada de la Cuaresma, es un acto de fe en la creencia en Jesús, pero sobre todo es una puerta que nos acerca un año más a la vivencia de la Pasión de Cristo plasmada en forma cofrade durante toda una semana, a la manera de nuestra forma de entender en Granada lo que la Semana Santa significa para todos nosotros, fe, cultura, tradición y devoción.
Este año parecía que nunca iba a llegar, que la estación invernal se alojaba en nuestra ciudad para nunca marcharse, pero todo llega, y el rocío de la mañana en forma de fría escarcha irá dando paso al riego matutino de nuevas flores y plantas, aquéllas que nacen en primavera, que colorean el paisaje para ir dando forma al entorno en el que tendremos que desarrollar nuestras actividades cofrades durante los próximos inexactos 40 días, ya que como todo el mundo sabe realmente quedan alguno menos para la llegada del deseado Domingo de Ramos.
Estoy deseoso ya de poner por montera mi costal y echarme al ruedo, de ganarle la batalla a los duros ensayos, aquellos que arrecian la desnuda piel del cuello y endurecen los músculos que serán pasajeros de parihuelas cargadas de peso, hacer frente al frío o a la lluvia, todo ello aderezado de compañerismo, de recobrar viejas bromas, de tertulias improvisadas sobre la barra de una casa de hermanadad. Por fin llegó el día de vivir momentos únicos en el año, de poder pensar 24 horas en lo mismo sin que te llamen raro, de oler a naranjo, de pasear por el Realejo y que de sus empedradas calles se desprenda olor a incienso a raudales, que las casas de hermandad recobren la actividad diaria repletas de gentío, de enseres, de plata, de hermanos probándose hábitos y recogiendo las papeletas de la ilusión, sus tarjetas de sitio.
A partir de ahora cada noche quiero soñar con el Albaycín y la Misericordia de su Cristo, que la taracea de su sufrimiento se enternezca con el racheo de las almas fieles a su madera, quiero soñar con su Silencio, con el dolor de su rostro iluminado en la oscuridad, y escuchar el repiqueteo de un tambor lejano anunciando la llegada de un semblante pálido inundado de muerte. Quiero soñar con el eco de un llamaor en Santo Domingo, con la Humildad de su rostro cariacontecido, con un bizco burlón paseado por Pavaneras la tarde de su coronación como Rey de los Judíos. Y quiero soñar con la ilusión de algo nuevo, de lo nunca vivido, poder enfrascar mi devoción bajo un paso lleno de sabiduría, portar costal blanco bajo los Apóstoles que lo despidieron en su última Cena.
Todo llegará con la venida de una nueva Cuaresma, poder vivirla al máximo con los que te rodean, las vigilias cargadas de garbanzos y bacalao cocinado de mil maneras, saborear pestiños, roscos, torrijas y la leche frita de mi madre. Epoca del año cargada de costumbres y simbolismo, que nos meterá de lleno en lo que tanto estamos anhelando duranto más de un año, por fin llegará con la venida del Viernes de Dolores y el posterior Domingo de Ramos, donde sacaremos la Palma a nuestros balcones para recibir a Aquél que llegará sentado en una burra, y así poder pregonar por fin por las calles de la ciudad, que así empieza la Semana Santa en mi Graná.
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