Pues sí, llegó la hora de la verdad, la hora de enfundarse el costal, apretar fuerte las zapatillas, ajustar la faja y empujar fuerte para arriba. Por fin, después de un más que largo año los costaleros de la Cañilla volvemos al tajo, es tiempo de forjar nuestros cuellos en la dura trabajadera, de aspirar el polvo acumulado en la madera durante este año, de probarnos ante la subida de peso sobre nuestros cuellos. Llegó el momento de buscar nuestro sitio bajo el palo, de tantear los kilos que nos empujarán hacia abajo. Esta noche empezaremos con los ensayos, y los costaleros de esta cuadrilla nos enfundaremos un año más la ropa de trabajo, apretaremos los machos como siempre y lucharemos bajo la madera para ganarle la batalla al cemento, ese grisáceo que compone las vigas que representarán su peso el Martes Santo.
Ya son muchos años, y a día de hoy sigo nervioso y ansioso como el primero. Se que es un simple ensayo, uno más de tantos que lleva ya mi cuerpo, pero es ese cosquilleo interno el que hace que me sienta vivo, que aparezca en el ensayo con más ganas que un costalero nuevo, que recupere la inocencia de cuando empecé. Imagino y supongo que el día que no sienta ésto en un simple ensayo, dejaré el costal colgado en algún viejo armario, porque es esa la sensación que los costaleros nunca sabemos explicar por mucho que lo intentemos. Una pena que ante todo esto tengamos que mirar al cielo, penosos porque la lluvia pueda estropear nuestro estreno, aunque nuestra cuadrilla está llena de valientes y lucharemos contra todos los elementos. Por todo ello me dirigiré a éste nuestro primer ensayo con el costal bajo el brazo y con la misma ilusión de cuando empecé en esto. Allí nos vemos compañeros.
Y mañana de estreno.
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