La jornada del lunes se me antoja que va a ser muy larga. Apenas marcan las cinco de la madrugada en el reloj digital del coche, cuando la profunda oscuridad de la noche envuelve la silueta de mi coche en la solitaria carretera. No es costumbre en mí viajar tan temprano, pero el fin de semana pasó volando y las intempestivas horas a las que juega el Granada los domingos me fuerzan a apurar este día hasta última hora. Eso, y el deseo de pasar una noche más en casa. Imagino que habrá mucha gente de puente tal día como hoy, pero yo me he visto obligado abandonar mi casa a escondidas y de forma furtiva, más que nada para no despertar a nadie debido a las intempestivas horas de la madrugada en las que me encontraba.
Y abandono el hogar con nostalgia, solo en mitad de la noche, con un pellizco en el estómago como ocurre cada semana. No voy a quejarme por el hecho de trabajar fuera de casa, me gusta pensar que soy un afortunado, por lo menos tengo un trabajo, ahí fuera hay millones de personas que lo están pasando realmente mal a causa del paro, a pesar de todo, no me siento con ánimos de quejarme, no sería justo.
Apenas salí de casa, y una vez enfilada la autovía, una espesa niebla rodea lo poco que se puede ver desde dentro del coche a estas horas, la visibilidad es casi nula, y la tensión de mis manos agarrando el volante me previenen de que hay que extremar la precaución. A pesar de todo, intento pensar en la victoria del Granada C.F. la noche anterior, pensar en algo alegre que amenice mi viaje. Por supuesto y como es habitual, no mencionan nada del partido en la radio, sólo el resultado, y la señal del presentador que me cuenta las noticias se hace cada vez más débil, hasta que se pierde del todo. Intento sintonizar alguna otra emisora pero en esta zona es imposible, en pleno Puerto de la Mora siempre pasa lo mismo. El ordenador del coche me informa que en el exterior estamos a 0º, no se está tan mal aquí dentro, pienso en voz alta sin que nadie pueda oírlo.
Ante la falta de compañía del señor de las noticias, pulso con desánimo el botón del reproductor de cd del coche, ni siquiera se que compacto está puesto, cuando viajo a estas horas me gusta escuchar gente hablando, me acompañan en mi envite contra la carretera. Pasan algunos segundos y no se escucha nada, subo un poco el volumen, un sonido extraño aparece por los altavoces. Poco a poco van apareciendo varios instrumentos musicales, y como si de una banda sonora se tratara, las notas van tomando sentido. Pasó ya un minuto y al fin reconozco el sonido que ahora inunda el interior de mi coche, era el cd de marchas el que se encontraba puesto sin recordarlo. Suena "A la Gloria" de Virgen de los Reyes, su extraño y peculiar comienzo me habían hecho dudar durante unos momentos.
De repente, subo un poco más el volumen y me siento inmerso en lo que escucho, me introduzco por completo entre corcheas y redobles, y viajo a través de las trompetas. Poco a poco, la carretera se va estrechando, el asfalto que recorro se va convirtiendo en empedrado, la niebla se convierte en nube de incienso. Mientras la marcha va cogiendo cuerpo,yo me encuentro en Jesús y María vestido de costalero, completamente adherido a la madera, con el cuerpo totalmente tenso. Es una levantá a pulso, y la calle se encuentra totalmente en silencio, sólo escuchamos los acordes de Martes Santo. Seguramente sea una de las mejores que hemos hecho en los últimos años, o así se percibió al menos desde dentro.
Percibo cada momento de aquella noche, tal y como fue, lo que durante tantos meses fue recuerdo, ahora se me antoja presente, y conforme avanza la música por mi mente, más cercano vivo esa noche gloriosa de Martes Santo. Aún veo cómo sale imponente el paso al romper la marcha, cómo se acerca elegante hacia Santo Domingo, y siento muchas de las sensaciones de aquel día. Intento aguantar que la humedad de mis lágrimas permanezcan en los ojos, que no se deslicen por el rostro, cuando viene a mí otro recuerdo bajo esos mismos acordes que suenan por los altavoces.
Se corresponde con la misma música en el mismo lugar, pero en distinto día a aquel Martes Santo, sólo unos meses después de aquella inolvidable noche de Abril. Salía de aquel mismo sacro templo cogido de la mano con el amor de mi vida, y cuando la alegría de aquel día ya no podían ser más plena, aparecieron aquellos extraños acordes que hace un momento daban comienzo a la original marcha, allí aparecieron en plena plaza, unos jóvenes cargados de instrumentos luchando con la inclemente temperatura de verano que arrasaba el lugar, para hacerme aún más feliz si cabe.
Se corresponde con la misma música en el mismo lugar, pero en distinto día a aquel Martes Santo, sólo unos meses después de aquella inolvidable noche de Abril. Salía de aquel mismo sacro templo cogido de la mano con el amor de mi vida, y cuando la alegría de aquel día ya no podían ser más plena, aparecieron aquellos extraños acordes que hace un momento daban comienzo a la original marcha, allí aparecieron en plena plaza, unos jóvenes cargados de instrumentos luchando con la inclemente temperatura de verano que arrasaba el lugar, para hacerme aún más feliz si cabe.
Al final la lágrima cayó sobre una extensa sonrisa que adornaba mi rostro. De repente la niebla comenzó a desaparecer sobre el asfalto, y un cartel de carretera me anunciaba que ya no me encontraba sobre suelo de la provincia de Granada, otro suspiro de anhelo, pero con unos recuerdos que me fueron acompañando las sucesivas horas de viaje, hasta que la noche llegó a su fin, y llegué por fin a mi destino con los primeros rayos de la mañana.
P.D.: A todos aquellos que se juegan la vida cada día en la carretera para ganarse la vida, y a aquellos que desgraciadamente trabajan fuera de su hogar, soñando como yo entre kilómetros y kilómetros de asfalto.
Comprendo cada letra que hay escrita en este post, porque es cómo si yo mismo las hubiera escrito; de hecho lo hice hace tiempo, recordando lo que me embarga cada lunes cuando me alejo del hogar y de Granada. Yo también recuerdo las cosas vividas en Los Cármenes cuando enfilo la autovía que me llevrará al trabajo. Eso sólo lo sabemos los que trabajamos fuera, aunque, como bien dices, siempre hay casos peores que los nuestros...
ResponderEliminarUn abrazo