El Lunes Santo titubeó entre nubes y soles hasta que a primeras horas de la tarde un cúmulo de oscuras nubes arrojaban un chaparrón sobre la única hermandad que estaba en la calle en esos momentos, la Luz y el Trabajo. Aún así, ni siquiera esta pasajera lluvia pudo deslucir uno de los grandes estrenos del año en Granada, un buque zaidinero se ponía en la calle desde el Corpus Christi cargado de nuevas figuras y madera sin tallar para portar sobre sus andas al Cristo del Trabajo. Cincuenta costaleras se encuentran bajo sus faldones con otras cien más a la espera, impresionante paso en sus dimensiones y el buen transcurrir de su Madre bajo palio, que por fin pudo ver la Luz del sol brillar sobre su manto cuando ante las puertas abiertas de la Basílica hacían reverencia a la Patrona.
La que no dudó en echarse a la calle fue la Señora de los Dolores, que con el marco incomparable bajo la Torre de la Vela al llegar a Plaza Nueva, las manos que entrecruzadas sujetan los clavos que a su Hijo soportaron son mostrados a su pueblo, con la mirada atenta y de reojo de una Niña Esperanza que se asoma por el quicio de la puerta de Santa Ana. El color asalmonado se refleja en el agua del Darro como si el mismo pudiera formar parte de ese palio, con elegancia y presteza avanza a sones de banda que suena a Dolores.
Allá por la Magdalena, el chubasco retrasa la espera impaciente de su salida, la caoba y la plata tendrían que esperar un rato más para tomar presencia en las calles, será el Dios del Rescate el que acabe iluminando la tarde del Lunes Santo, será ese rostro amoratado el que nos consuele en nuestras oraciones pidiendo clemencia a su paso. Y bajo ese espectacular paso todo está lleno de corazones que rezuman fe a través del costal burdeos de sus pasiones. Y por fuera, vestidos de traje negro, aquellos que comandan el paso de mis sueños acaban siendo la voz del Señor en su regreso, con martillo de plata golpeando el techo del respiradero.
Y en esta tarde de incertidumbre el Lunes Santo volvió a ser Realejo, el Huerto avanza desde el Convento en silencio, con los únicos sones de Amarguras que allanan el camino de su Madre por Santiago y frente a la puerta del Convento. Y a su regreso el barrio es un bullicio que inunda de aliento sus calles como es costumbre en la madrugada del Lunes Santo. Este año el Maestro Morente no estará presente para rezar con saetas a su Amargura, pero desde los benditos balcones de la calle Santiago, se suceden otra lluvia, la de saetas y pétalos al paso de los titulares hasta su encierro.
Una vez entrada la noche el silencio y la oscuridad de San Antón se convierten en muerte crucificada, el rostro tétrico es coronado de espinas y acompasado en su andar costalero por adoquines de calles rendidas a su encuentro. Palio bendito el de esta hermandad en la calle, el esfuerzo que se realiza para que podamos ver el primer palio en silencio de Granada, la Consolación de María bien acompañada avanza silenciosa bajo palio y crestería. Impresionante ver pasar el cortejo nazareno de negro que entre pavilo y cera avanzan encabezados por el Muñidor que nos avisa de su llegada.
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