El tiempo se consumió y el Domingo de Ramos llegó entregado entre palmas y olivos, lleno de visitas a las capillas donde aguardaban impacientes los verdaderos protagonistas de la Semana Santa. La tarde aguardaba pletórica, la excelente climatología que desbordaba primavera por cada rincón de la ciudad auguraban una jornada de Domingo de Ramos perfecta para la exibición de fe por las calles de Granada.
Y como no podía ser de otra manera, la hermandad encargada de inaugurar el presente año cofrade se disponía a realizar la primera estación de penitencia de 2011. Hasta el Perpétuo Socorro acudí con las manos llenas, en una de ellas el inmaculado costal, y en la otra el apoyo de todas mis ilusiones, el amor de mi vida. Pues bien, la hora me acechaba, y sólo me permitió contemplar el bamboleo agorero de una palmera que regalaba sombra a la Entrada triunfal de Jesús en Granada. Mi pena, no poder contemplar de cerca a una de mis debilidades cofrades y costaleras, La Paz; un pellizco se agarró en mi estómago cuando al alejarme cada vez más de la calle San Jerónimo percibía en mi consciencia que por primera vez no vería la dulzura de aquel rostro que tantos años encandiló mi alma.
Intentando apartar aquel pensamiento de mi mente me topé con una bella estampa, la plaza de Sto. Domingo radiada por el sol se llenaba del blanco nuclear de costales y túnicas nazarenas regadas por el burdeos y rojo de sus sudaderas y capillos. Ahí noté el segundo pellizco de la tarde, los nervios del primerizo asediaron mi razón, hacía ya tanto tiempo que no sentía esa sensación que me dejó fuera de juego durante un momento. Era mi estreno con aquella gente, y conforme iban llegando rostros conocidos me fui sintiendo más seguro, y con unas enormes ganas de sentirme siervo bajo aquellas trabajaderas.
Y por fin llegó el momento, las puertas chirriantes del templo dejaron paso a los rayos de luz que se estrellaban en la Cruz Guía que encabezaba el cortejo. Entonces, mi atención fue absorbida por su rostro, no podía dejar de pensar en Él y en quienes le acompañaban, aquella fue su Ultima Cena, y yo tenía el privilegio de formar parte de ella. Mientras veía como aquélla mole imponente efectuaba su salida, tuve que observarlo desde el mejor rincón de la sala, pegado a una reja y llorando con la Caña por testigo y un león plateado que todo lo presenciaba.
Acompañado de buena gente me dirigí al comienzo de mi destino en aquella tarde de Domingo de Ramos, en Varela estaba y el Misterio definitivo me esperaba, ante la presencia de mis seres queridos por fin pude entrar bajo aqellos faldones cargados de eucaristía, arrojo, saber y costalería. A partir de entonces la razón dio paso a los sentidos, percibiendo y aprovechando cada segundo que pasé allí debajo. Bien es cierto, que me hubiese gustado pasar más tiempo bajo su regazo, pero a pesar de ello me empeñé en sacarle fruto al poco tiempo que estuviese junto a aquella escuela de costalería.
Pero mi espera tuvo su recompensa, la gloria se magnificó en Jesús y María, como no podía ser de otra manera. Tardaré mucho en olvidar aquello que viví bajo su mesa, la categoría que se derrochó y el ambiente vivido fue espectacular, la maestría de Alvarito como peón nos llevó a un lugar muy lejano, donde los pasos no pesan, donde la amistad rezuma por los respiraderos y la fe lleva costal. A base de cangrejos llegué al azulejo, a aquél que tantas veces me había encomendado cada Martes Santo despertando de aquel bendito sueño, entonces no me quedó otra opción que quitarme el costal, meterme el la bulla y seguir disfrutando de la Cena lo que quedaba de Domingo de Ramos.
Sin duda tengo que agradecer a todos aquellos que me acogieron en esa cuadrilla con los brazos abiertos, gracias a Javi, Alvaro, Joaquín, Rafael, Abuín, Ríchard, etc, y sobre todo a Gustavo, aquél que me abrió las puertas de la Gloria.
Gracias a tí, porque solo con verdadera fe en lo que llevamos seremos capaces de darle la mayor gloria posible. Ojalá el Señor te tenga muchos años bajo su mesa para que compartamos su divino peso.
ResponderEliminarGracias, Raúl. Máquina...
Las gracias esa tarde-noche, fueron compartidas... Esa calle Jesús y María, aun aguarda en mi proyecto de entrada escrita negro sobre blanco en un borrador de word... un abrazo, grandísimo... no pudimos tener mejor estreno, bajo el Misterio de los Misterios...
ResponderEliminarQuerido hermano las gracias que das no se merecen, solo el que quiere y el que puede va debajo de la mesa del señor. Que nuestro señor te guarde siempre un lugar debajo de su cena que a mi me costa que siempre lo llevaras con orgullo y sabiduria. Y como siempre se dice al cielo lo que es del cielo, y nosotros que estemos aqui en la tierra para poder año tras año dirigirlo siempre a su destino.
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