lunes, 1 de agosto de 2011

EL CAPATAZ DE TUS SUEÑOS

En este aciago lunes 1 de Agosto, entre la húmeda calor murciana y el anuncio masivo por el facebook de que la mayor parte del país se va de vacaciones, escondo mis miserias estivales bajo la alfombra para añorar recuerdos cofrades entre sueños de siesta y anhelos de un pobre creyente, que cada día repasa esperanzado la cuenta atrás que registra en el blog los eternos días que todavía faltan para que el sueño se haga realidad una vez más. Pues bien, en el día de hoy, me quedé pensando sobre la figura del capataz entre sueño y sueño, esa persona trajeada de negro, que a voces, martillazos y tomas de aliento, pasea nuestras pasiones madando el son costalero.

Y la cuestión que me rondaba la cabeza, era la de  saber si realmente existía el capataz perfecto. Lo primero que me chivó la razón fue pensar que no, por supuesto, ya que nadie lo es, así como que no hay costalero perfecto. Y desde ese prisma me he querido situar para analizar la cuestión, mi experiencia como costalero. A pesar de no ser tan amplia y extensa como deseara para afrontar mi duda, si ha sido algo prolífica en número de capataces al mando de los martillos que por suerte y por desgracia me ha tocado portar sobre mis hombros o mi cuello.


La pregunta que me planteo es ¿Cómo debe ser un capataz para ser lo más completo posible?. De todos aquellos que tuve la suerte de conocer, intenté sacar el mayor provecho posible, aprender lo máximo en mi relación con ellos, lógicamente, de algunos pude sacar mayor provecho que de otros, por afinidad, sabiduría o por conocimientos.

Pienso que hay tantas maneras de afrontar el puesto como capataces existen sobre la faz de la tierra, cada uno con sus peculiaridades y formas de entender el negocio cofrade en el que nos movemos. Muchos adquieren latiguillos y vicios de sus maestros, como es lógico, aunque dentro de una misma escuela cada uno acaba dejando su propia impronta acorde con los rasgos de su personalidad. Pues bien, de aquellos tantos que yo tuve ninguno se pareció en nada a otro, muy distintos en fondo y forma, de los cuales como digo, siempre intenté aprender lo máximo posible como costalero.

Hay algunos  que valoran mucho crear un buen ambiente con su gente bajo el paso, incluso hacer auténticos lazos de amistad, otros sin embargo son un poco más estrictos en el trato, dando paso a un mayor protagonismo al aspecto técnico. Hay otros con los que aprendes en cada palabra o movimiento, pero en los que las relaciones sociales no son su punto fuerte. Algunos capataces se aferran al martillo como si la salud de sus congéneres dependieran de ello, un aferramiento al cargo de mando, como si el tener a su merced la voluntad de 70 personas hinchara su ego de tal modo que olvidara que lo que realmente tiene en sus manos,  su salud.

Los hay competentes o los que ni siquiera saben tu nombre después de varios años, los hay que saben lo que hacen, los que ni siquiera saben igualar o cuadrar unos relevos, los hay con arte y salero, capaces de levantar una cuadrilla con tan sólo unas breves palabras de ánimo. Los hay con experiencia y novatos, con apellidos emblemáticos, los hay mediáticos, los hay que siempre quieren mejorar su caché a través de los pasos, así como aquellos que creen en lo que hacen y en lo que llevan delante, sin importar el tamaño del paso ni su número de hermanos.

Son tantos los perfiles de capataz que he llegado a conocer tanto dentro como fuera de los pasos, que es imposible buscar ese capataz perfeco, pero creo que es normal, no hay que seguir buscando, soy de los que piensan que hay que trabajar humildemente cuando uno esté bajo los pasos, sea cual sea aquél que llevas delante, sea cual sea su perfil o forma de trabajar. Quizás sólo quede buscar aquél que me mejor se adapte a tus gustos y afinidades, pero sobre todo has de buscar a aquél que golpee el martillo aferrado a tus esperanzas y oraciones, aquél que comanda el rumbo de tus devociones, de aquellas imágenes a las que veneras y respetas, ese será en realidad el capataz de tus sueños.




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