Leyendo el otro día la magnífica columna del escritor Arturo
Pérez-Reverte “Patente de Corso”, en un dominical al que suelo ser asiduo, me
iluminó sobre una necesidad que se me antoja imperativa después de leer su
artículo. En él, exponía las razones por las que si cualquier trabajador de la
administración debía de estudiarse tediosos tochos de temarios interminables,
durante posiblemente varios años de su vida, porqué no debían de hacerlo los
auténticos administradores de nuestras Administraciones y Órganos de Gobierno,
los políticos.
Un cargo, que requiere una capacidad de responsabilidad muy
alta y un conocimiento exhaustivo de determinadas materias muy concretas,
debería de pasar el más duro de los exámenes para cualificar sus conocimientos
sobre la materia. Y es que el político debería de ser un ser superior altamente
cualificado y formado explícitamente en el contenido de su materia a
desarrollar durante su carrera política. Pero en el mundo real no es así, sino todo lo contrario, los
asientos públicos de mayor transcendencia en las Administraciones, no
sólo normalmente no están ocupados de gente preparada, sino que a veces, ni
siquiera cumplen un mínimo de formación académica con la que adornar tras un marco, un despacho de tamaño desmesurado en cualquier edifico público.
A su vez, en esa misma publicación, pude leer varias cartas
dirigidas a la dirección de la misma, en las que se ponía de vuelta y media al
funcionario, como si éste tuviese la culpa de la situación económica que atraviesa
este país. Es archiconocido el mito del funcionario ramplón que no hace más que
ocupar su jornada laboral en dar viajes al Mercadona (sin robar, claro está), y
a poco más que hurgarse la nariz durante el resto del día. Pues bien, a su vez
creo que todo el mundo sabe que eso no es así, son muchos los funcionarios (la
mayoría aplastante diría yo) que se dedican de una manera profesional a ejercer
un servicio público de una manera eficiente. No digo que no existan los
orangutanes holgazanes que se hacen llamar funcionarios por haber aprobado
algún día una oposición, que alguno habrá por supuesto, pero como en todos
lados.
Un funcionario es, por regla general, una persona que ha
dedicado varios años de su vida al estudio de una materia concreta, sacrificando
durante todo ese tiempo todo tipo de relaciones sociales, vacaciones, viajes, ratos con los
amigos, con los familiares, y en muchos casos, hasta con sus propios hijos.
Hasta que finalmente, si la selección natural de la encarnizada lucha por un
plaza juega a su favor, con la suerte siempre de por medio, será producto del
sacrificio, el esfuerzo y el trabajo bien hecho.
Por ello, no voy a pedir perdón por ser funcionario, sino
todo lo contrario, presumir que fui capaz un día de superar un sinfín de
inconvenientes para llegar donde estoy, ganándome con el sudor de mi frente
cada nómina que la Administración Pública ingresa en mi cuenta. Otro cantar,
son aquellas plazas que se asignan por simple “enchufe”, pero volvemos a los mismos de siempre, no es culpa del
funcionario, sino del político de turno, incompetente y corrupto, que asigna
plazas a familiares y amiguetes.
Aún recuerdo, cuando justo antes de la crisis cualquier
niñato sin estudios podía ganar mensualmente el doble de lo que gana un
funcionario, entonces nadie se acordaba de ellos, es más, alguna vez sentí
rubor cuando escuchaba reírse de algunos por cobrar solamente 1200€ al mes. En
aquella época, yo me encontraba labrándome el futuro que hoy día intento seguir
construyendo, sin ningún tipo de ingreso económico, y viendo cómo a mi
alrededor se vivía a un ritmo vertiginoso de despilfarro y derroche. Cuando las cosas van
muy bien y todo el mundo gana dinero tanto políticos, como Admisnitraciones como sector privado, el
sueldo de un funcionario sube lo que indica el IPC anualmente (si previamente
no se lo han congelado), pero cuando todo va mal, son los primeros en sufrir
los famosos recortes.
Creo que existe un ataque desmedido al funcionario por regla
general, no sólo desde las arcas del Estado con sus famosos recortes, sino desde parte de la opinión
pública, que considera que somos origen del problema, y no parte del mismo. El
típico argumento de que hay mucha, muchísima gente que no puede disponer de una
paga extra, o de horarios concretos, o que como muchos españoles son autónomos
y ni siquiera tienen paro cuando dan el cerrojazo a su negocio, el problema no
erradica en el funcionariado de este país por sí disponer de todo eso, al contrario,
en vez de alegrarnos de ver como a ellos se le recortan todos esos derechos que
durante años han sido logrados por la clase trabajadora de este país, habría
que luchar porque todos aquellos que no disponen de esos derechos básicos en el
desarrollo de cualquier trabajo digno, los tengan.
Se que quizás me esté metiendo en camisa de once varas
sacando a relucir este tema, incluso con la postura de defender al funcionario,
ya que esto no suele ser muy mediático en cuanto opinión social se refiere.
Pero yo soy un trabajador honrado como cualquiera, que está viendo reducido sus
emolumentos mensuales constantemente, que vive lejos de casa y que con un
sueldo más que normalito, tiene que pagar dos viviendas, viajes constantes,
comidas fueras, y todos los gastos que conllevan una vida fuera del hogar
familiar.
Porque no todos los funcionarios estamos en un escritorio sentados viendo pasar las horas en
el reloj de la oficina, muchos se juegan la vida a diario por sueldos más que
normales y cada vez más recortados, otros pasan noches enteras en vela por la
seguridad ciudadana, esa ciudadanía que tanto critica a los funcionarios. Otros
tantos pasan semanas, o meses, sin ver a sus familias porque tienen un destino
a miles de kilómetros de casa, como por ejemplo, sucede en las islas. La
mayoría somos simples trabajadores que ni pinchamos ni cortamos en la economía
de este país, sólo somos un eslabón más en la cadena productiva del mismo,
necesarios e imprescindibles en la mayoría de los casos.
Seguramente no deberíamos ser fijos indefinidamente,
intocables, y ser medidos en torno a un criterio de productividad, el cual
determine si cumplimos o no con nuestro trabajo, con eso estoy de acuerdo, y
seguramente cualquier funcionario honrado que cumpla eficientemente con su
trabajo te dirá lo mismo. Solo queremos no ser víctimas de esta sociedad
enfadada con el sistema, cuando la culpa de todo la tienen los de siempre,
banqueros avariciosos, políticos ineptos y corruptos, sindicalistas comprados y muchos altos cargos que
no llegan a ser más que unos simples analfabetos incultos y pendencieros.
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